Mi cuarto encuentro con la Zoofilia
Fecha: 01/10/2018,
Categorías:
Zoofilia
Autor: AngieZoo, Fuente: SexoSinTabues
Este es el cuarto y último relato de mi zoofilica vida. Gracias por sus amables comentarios Hola de nuevo. Gracias por leer mi cuarto relato. Estuve trabajando un año, finalmente me di cuenta que lo que me gustaba era enseñar. Di clases de computación y eso me llevó a una escuela normal. Entonces regresé a la vida académica. Estaba por cumplir 20 años y con un gran secreto personal. Durante ese tiempo Alberich contrajo hepatitis, por más que se le dio medicamento no sobrevivió, también fue incinerado y sus cenizas aún están junto a las de Bari. Lloré mucho por el flaquito, era un perro muy cariñoso e inteligente. Me quedé solamente con Penrril, el cual era muy fiel y cachondo. En ocasiones rascaba la puerta de mi recamara listo para abotonarme. En una ocasión pesqué una infección vaginal, no recuerdo el nombre pero el ginecólogo me dijo que se debía a falta de higiene. Me dio mucha pena pero asentí pensando que sería peor confesar mis relaciones sexuales con mi perro. Desde entonces tomé la costumbre de bañar a mis perritos cada 3 días o por lo menos una vez a la semana. Tuve una pareja sentimental durante esos años en la carrera. Tuvimos una relación muy bonita pero nunca le dije de mi lado zoofilico, no tuve las agallas para confesárselo. Pero también me di cuenta de la enorme diferencia entre hacerlo con un perro y con un hombre. Con Penrril era pura lujuria, ganas, apareamiento animal, pero con Carlos (nombre falso) afloraban los sentimientos, el cariño, el deseo de ...
... hacerlo feliz. Con un perro tenía sexo, pero con mi pareja hacía el amor. Así pasaron 4 años. Terminé mi carrera y me titulé, lamentablemente mi relación con Carlos no sobrevivió. Comencé a trabajar como maestra en una secundaria, quería ahorrar lo suficiente para rentar un departamento cerca de mi trabajo aunque no sabía si llevarme a Penrril o qué hacer con él. La vida resolvió esa duda, porque poco tiempo después contrajo una bacteria que le estaba devorando la espina dorsal, hasta que un día ya no pudo mover sus patas traseras. Fue muy triste pero tomamos la decisión de sacrificarlo, ya que eventualmente perdería el movimiento del resto de sus extremidades. También ocupó su lugar en la vitrina de las mascotas. Por fin me mudé a un departamento donde lo primero que pregunté es si permitían mascotas. Adopté un labrador color miel al cual llamé Balto. Hacíamos ejercicio juntos, me acompañaba al mercado, se quedaba llorando cuando me iba a trabajar y eventualmente empezamos a tener sexo. Vaya que sufrí con ese perro, tenía mucha energía y era difícil de controlar. En varias ocasiones me lastimó cuando estábamos abotonados, no me atrevía a hacer anal con él por miedo a que me causara una grieta. Cuando tenía ganas que parece que era a toda hora se me montaba en las piernas y me desgarraba las medias o a veces me tiraba al piso. Con los perros anteriores no tuve problemas porque la acción siempre era en la noche y en el día no me molestaban, pero con Balto no había hora marcada ...