Amarrado a tus sueños
Fecha: 05/10/2018,
Categorías:
Fantasías Eróticas
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
SOÑANDO CONTIGO Abrí los ojos y no reconocí nada. ¿Cuantas horas llevo dormido? Me encontraba totalmente desnudo, de espalda a la pared, de pie, abierto de piernas y esposado de tobillos y muñecas contra un muro. - ¿Como llegué hasta aquí?- me preguntaba, cuando sentí el ruido de una puerta al abrirse. Entonces te vi. Entrabas vistiendo una falda corta y una blusa blanca que transparentaba tus pezones. Te observé con más detenimiento. Tu ropa era sencilla pero parecías una diosa con cara de ángel y cuerpo tentador. Pero tu mirada reflejaba una extraña inocencia. Te acercaste a mí lentamente, me miraste y pasaste sus dedos por mis mejillas y cuello. - ¿Qué quieres?, ¿Que hago aquí? No contestaste. Te limitaste a sonreír y me cautivaste con tu pícaro gesto. Por la forma en que me encontraba encadenado, no podía tocarte. Me tenía que limitar a mirarte desde mi confusión. Aún no tenía idea de cómo había llegado a ese sitio y, peor todavía, a esa situación. Mis brazos estaban fijos a la pared y mis piernas abiertas dejaban mi polla libre de protección. Comenzaste a pasarme las yemas de tus dedos por mis mejillas, cuello, pecho, abdomen y comencé a sentir un cosquilleo en mi entrepierna. Continuaste bajando hasta coger mis testículos con tu mano y los palpaste con suavidad. Me miraste a los ojos con esa mirada de inocencia que me tenía intrigado y sonreíste levemente. Cerraste tus dedos lentamente alrededor de mi polla mientras con la otra mano envolvías mis huevos, apretando ...
... cada vez más. La oleada inicial de placer se mezclaba con el temor a que tu mano se siguiese cerrando sobre mi polla. La excitación se estaba haciendo insoportable. En un movimiento reflejo traté de cerrar las piernas, pero estaba totalmente inmovilizado. Mi erección se hizo más fuerte y mi pene palpitaba de placer. La presión de tus dedos en mi polla se hizo difícil de soportar. Pasaste tu lengua por mi oreja suavemente y tu aliento me erizó la piel. Dejé escapar un quejido de placer y de repente te detuviste. Mi erección era brutal y comenzaba a ser placenteramente dolorosa. Caminaste hacia el otro lado de la habitación, cogiste un banco que había en la otra esquina y lo colocaste frente a mí. Te quitaste la falda y las bragas, quedándote solamente con la blusa, las medias y los zapatos. Luego te recostaste en el banco y estiraste tus piernas hasta apoyar los pies en la pared a ambos lados de mi cuerpo. Tu sexo quedó a escasos centímetros de la punta de mi pene, que se encabritaba pretendiendo alcanzar tan preciado tesoro. Tus labios vaginales comenzaron a rozar la punta de mi pene. Te acercaste lentamente una y otra vez hasta conseguir que mi polla te penetrara tan solo unos milímetros. Nada más. No dejabas de mirarme fijamente a los ojos y sin embargo controlabas el movimiento de tus caderas de tal forma que mi pene solo rozaba tu sexo. Estuvimos así un tiempo que se me hizo eterno. Tu sexo totalmente empapado y solo la punta de mi pene podía disfrutar de tus jugos. La ...