Mis mujeres (1): Dora
Fecha: 10/10/2017,
Categorías:
Confesiones
Dominación
Autor: zitro1, Fuente: CuentoRelatos
Y todo empezó en unas Navidades que se celebraron en la finca de mis abuelos, reunión familiar prácticamente en casi su totalidad, tengo que decir que llegue a ella con fiebre alta provocada por unas anginas, con algunos de mis familiares fue un reencuentro después de mucho tiempo de no coincidir por motivos distintos en casa de los abuelos y entre ellos el de mi prima Dora, había tenido yo de siempre hacia ella un cierta predisposición y un aprecio mayor que con el resto, no podría decir el motivo exacto pero así era. Mi prima vino a pasar aquellas navidades con nosotros, vivía ahora en Praga después de casi cinco años dando vueltas por el mundo, aproximadamente los que yo no la había visto. Tenía yo los dieciocho años y ella seis más. Estaba guapísima, con un pelo largo y muy obscuro que le caía por los hombros, unos ojos desafiantes que fulminaban con su mirada, una boca sensual de labios siempre húmedos y el resto del cuerpo un esbelto talle que realzan unos senos solventes con un culo redondeado y respingón. Ni que decir tiene que todo el hervor de mis turbaciones carnales era una contemplación constante, desde todos los ángulos incluso los imposibles. Procuraba acercarme a ella con cualquier excusa, rozaba mi cara por su pelo largo y obscuro, lo olía. Ella olía intensamente. No era perfume. Era otra cosa, mágica, ponzoñosa, letal. Llego la Nochebuena, con la costumbre de asistir a la misa del gallo y el encuentro para la celebración era después en esta ocasión en ...
... casa de unos amigos. Yo seguía con fiebre aunque en descenso, se habló de la conveniencia de que yo no saliera aquella noche de casa para no tener una recaída y además había empezado a nevar. Oía a mi madre y a mi abuela. - Si no es posible. No es posible, nos quedamos. Se habló también de pedirle a Isa, la sirvienta a la que se había liberado para que pudiera pasarlo con los suyos. Fue entonces cuando Dora, les propuso sus razonamientos para quedarse conmigo. Así fue como nos quedamos solos en casa, cenamos algo y ella decidió que me fuera a la cama ante la posibilidad de que se incrementara la fiebre. No es preciso decir que al poco de estar en la cama y pensando en ella empecé a meneármela. De golpe entró en la habitación y con una sonrisa turbadora, dijo esgrimiendo un termómetro: - Voy a tomarte la fiebre. Naturalmente tuve que dejar rápidamente mis manipulaciones. Como si de una enfermera se tratase, se sentó al lado de la cama, cruzó su brazo al lado opuesto para colocarme el termómetro casi me había rodeado, había pegado su cuerpo contra el mío, en la espera notaba a través de la ropa de la cama como sus nalgas se apretaban a mis muslos. Ni que decir tiene que algo empezó a moverse de nuevo bajo las sabanas, cuando creyó conveniente, yo estaba inmóvil, cruzo de nuevo sobre mí para tomar el termómetro, su cabello sofoco mi cara y sus pechos se apoyaron en mi torso, su aliento junto a mi boca. En aquella postura el intentar leer el termómetro el roce comenzó a ser ...