1. La vecina de Aldo


    Fecha: 24/10/2018, Categorías: Bisexuales Autor: cito63, Fuente: RelatosEróticos

    ... depravada también. –No digas eso, ni lo pienses nunca. Si la naturaleza te ha dotado de un cuerpo especialmente predispuesto para el placer, tienes el deber de proporcionárselo, como si fuera un mandato divino, lo contrario sería un fraude contra la naturaleza; y debes explorar todas las fuentes que alimentan ese río. –Te vas a convertir en un arquitecto filósofo, dijo sonriente. Nos quedamos abrazados y nos venció el sueño. A las ocho y pico de la mañana me zarandeó para despertarme. –Hala, levántate. Debes marcharte. He preparado café. Intenté atraparla y se escurrió. –Se acabó, mete esa idea en tu cabeza, dijo muy seria. Debes irte, a las diez quedaron en venir mis padres y quiero tener arreglado todo esto para entonces. Me duché rápido, me vestí, tomé un café, mientras Sandra iba de un lado a otro. Cuando estaba metiendo ropa en la lavadora, ofreciéndome su hermoso culito, me puse a cien; me acerqué presionando el duro mástil contra sus nalgas y ella saltó como un muelle; se incorporó, se echó a un lado y me dijo muy seria: “Ya vale, por favor. Vete y lleva esa bolsa con las latas y la botella a los contenedores de reciclaje.” –Ya me voy, no te enfades. Pero antes dame un beso, por favor. Nos dimos un beso, no muy acalorado, porque en cuanto mi lengua se enredó con la suya, ella presionó con ambas manos en mi pecho y se apartó. Fue hasta la puerta, observó a través de la mirilla y abrió haciéndome un pase con la mano. Bajé a tirar los deshechos y cuando entraba en casa ...
    ... vi a mi madre asomada a la puerta de su habitación. –¿Ahora vienes, hijo mío? –Nos liamos por ahí, dije poniendo cara de ángel, ya te contaré. Me acosté en mi cama pensando en la historia que debía inventar para contarle a mi madre, y sobre todo pensando en Sandra y en cuándo tendría ocasión de estar con ella de nuevo, porque no podía hacerme a la idea de que ella hablara en serio cuando dijo que aquí se acababa nuestra relación. Tardé más de tres semanas en poder acercarme a ella, creo que me rehuía, los viernes ya no llegaba a la hora acostumbrada; sólo pude verla un par de veces en compañía del marido. Un viernes la esperé en la calle por la que solía venir, imaginando que se retrasaba por no encontrarse conmigo. En efecto, la vi aparecer casi un cuarto de hora más tarde de lo que solía; me aparté en una esquina, dejé que pasara y la seguí detrás a cierta distancia. El corazón me daba saltos en el pecho al contemplar sus movimientos. Ya cerca del portal apuré el paso y la alcancé justo cuando abría la puerta. –No vuelvas a hacer esto, dijo una vez dentro, mientras acudía el ascensor. –¿A qué te refieres? –A esperarme y seguirme de esta manera, a cualquiera que nos vea le entrarán sospechas. –No podía aguantar un día más sin verte de cerca, no puedo dormir, no me puedo concentrar para estudiar, ocupas mi pensamiento todos los segundos del día y de la noche. –No te pongas dramático. Creo que dejamos las cosas claras, se acabó. –Me volveré loco de tanto pensar en ti. Pasaron ...