1. GILDA


    Fecha: 24/11/2018, Categorías: Dominación Autor: lib99, Fuente: RelatosEróticos

    ... ¿Pensáis que podéis comportaros como dos degeneradas y largaos de rositas? Para enderezaros habrá que aplicaros un buen correctivo. Intercambió entonces una mirada con el acomodador, que se la devolvió con una sonrisa cómplice. –¡Desnudaos! Las chicas la miraron sin terminar de creer lo que acababan de oír. –Ya lo habéis oído –intervino el hombre–. ¡Desnudaos! Concha agachó la cabeza, a punto de llorar, pero Matilde mostró en su mirada voluntad de oposición. –Ustedes no pueden… –¡Escúchame bien, niñata! –Le cortó la taquillera– ¿Quieres que os denunciemos? ¿Queréis pasar la noche en el cuartelillo? Allí sí que os iban a quitar las ganas de hacer porquerías. ¿Y vuestros padres? ¿Os gustaría que se enteraran? Impotente Matilde miró a Concha y comenzó a desvestirse. Su amiga la imitó. Se desprendieron de rebecas, blusas y faldas, hasta quedar en ropa interior. –¡Todo! –Ordenó la mujer– Quitáoslo todo. Dolorosamente se desprendieron de sostenes y bragas, quedando al fin desnudas –sólo les permitieron conservar sus medias– ante el libidinoso deseo del acomodador y la sádica satisfacción de su cómplice. Se regodearon ambos con su piel pálida, tersa, adolescente; en la estilizada y algo delgada figura de Matilde y en las suaves redondeces de la generosa anatomía de Concha. El escaso y fino vello púbico de ambas, arrubiado el de Matilde y oscuro el de Concha, era torpe y pudorosamente cubierto por sus manos. –¡Poneos de rodillas! –Volvió a ordenar la taquillera. Las dos chicas ...
    ... obedecieron manteniendo sus cabezas gachas, con las miradas fijas en las baldosas del suelo. El hombre se situó ante Matilde, echando mano de su bragueta para abrir la cremallera. –Tú, flaca, tienes cara de estar hambrienta. Tengo una cosa aquí para que te lleves a la boca. Te va a gustar, seguro que eres toda una mamona. Matilde compuso un gesto de repulsión cuando de la abertura surgió, rodeado de una espesa aureola de vello hirsuto, el pene semierecto. –¡No! –Protestó con tono de impotencia, recibiendo un fuerte bofetón de la taquillera como respuesta. –¡Zorra! Es la última vez que te lo digo: harás lo que se te ordene. Así que abre la boca. Le sujetó la mandíbula con fuerza, obligándole a abrirla. El acomodador introdujo el miembro entre sus labios con un suspiro de satisfacción. –¡Ah! Eso es. Vamos, chupa como tú sabes, putita. Le agarró la cuidada melena color castaño claro para modular los movimientos de su cabeza, haciéndole deslizar su boca a lo largo del fuste, arriba y abajo, empapándolo de saliva y de líquido preseminal. La taquillera se volvió hacia Concha, que permanecía arrodillada en el suelo, temblando en silencio. Se colocó delante de ella, erguida con las piernas abiertas, bien ceñidas por la estrecha falda. –Vaya, vaya. Con lo recatada que pareces y las guarradas que te gusta hacer, ¿eh? Bien, si te va comer coños te daré algo que te va a encantar. Desabotonó entonces el lateral de la falda y se la quitó, mostrando unas anchas caderas y unos muslos robustos ...