1. Esclava y sumisa


    Fecha: 28/11/2018, Categorías: Confesiones Autor: ámbar coneja, Fuente: CuentoRelatos

    ... del año del pedo. Comía en casa, a veces se daba una ducha, y nunca fue de hablar mucho. Me gustaba que baje la cabeza compungida cuando le hacía creer que algo estaba mal hecho, o cuando le decía que tenga cuidadito con mi hijo, que no lo ande calentando con esa manera de putita que tiene al caminar. Una vez, mientras las dos limpiábamos el cuarto de Mateo, a propósito hice de cuenta que encontré una tanga debajo de su cama, y la acusé de haberse acostado con él. Yo misma la había puesto más temprano. Sus lágrimas, su miedo y vergüenza por mi imjuria me excitaron tanto que la obligué a bajarse la calza para olerla y comprobar si ambas fragancias se asemejaban. Apenas lo hice me empecé a reír diciéndole que era una broma. Pero ahí descubrí su olor a pichí más de cerquita, y me martirizaba más que antes. Una tarde mientras mateábamos le pregunté si le gustaría chuparle la pija a Mateo, o si alguna vez se la vio parada. No supo disimular una risita pícara, aunque dijera que no. No podía creerle, porque mi hijo siempre la tiene hecha un termo. Eso fue después de que los vi corretearse por el patio, cuando él intentaba tirarle un vaso de agua en la cola. Una vez la mandé a limpiar el baño sabiendo que Mateo se duchaba, de turra nomás. Según ella no pasó nada aquella vez. En el verano, un día en el que nos quedamos solas, porque Ernesto se había llevado a los niños al parque y Mateo andaba con sus amigos por ahí, como el calor era insoportable, le pedí que se quede en tetas, y ...
    ... mientras yo hacía dormir a Santi, ella iba y venía por el patio regando plantas, levantando juguetes y juntando los broches que el viento desparramaba. La idea de que mis vecinos la vean así me enloquecía. De repente, empecé a gritarle: ¡qué hacés así, en tetas putonsita, esta es una casa decente, y con valores… sos una villerita de mierda!, y demás improperios, sin dejar de mirarle las tetas. Incluso ese día se las toqué. Apenas entramos a la casa le dije que era un nuevo chiste mientras buscaba defenderse. A los 5 meses de su estadía con nosotros le regalé un consolador, varias cajitas de forros, tres bombachitas, un desodorante y un celular nuevo. Pero la joda es que todo se lo di durante la cena, en la que estábamos con Ernesto, Mateo, mi cuñado Uriel, mi amiga Irene y su marido. La carita de odio y rabia de Lurdes me destrozó, y más cuando les contaba a los invitados que limpia muy bien, a pesar de que siempre use la misma bombacha. Ernesto buscaba calmar los ánimos, y eso también me ponía de los pelos. Aún no le había contado mi sueño con ella, pero lo vi relojearle las gomas, y se me antojó que fuera real. Esa noche los licores y vinos me entonaron más de la cuenta. Le pedí a Lurdes que después de ordenar la mesa me acompañe al cuarto y me ayude con Santino. Le cambió el pañal, y lo durmió sin problemas mientras yo le daba un fajo de billetes y le empezaba a bajar el pantalón. Ella se resistía, pero apenas le dije: ¡quedate quieta pendejita, sacate todo y probate esto! Le ...
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