1. Fernanda, una virgen iniciándose en el sexo


    Fecha: 26/12/2018, Categorías: Sexo en Grupo No Consentido Autor: Mamaceando, Fuente: CuentoRelatos

    ... dedo de que guardara silencio y luego me tomó del pelo hasta ponerme frente a él— Señorita Fernanda, es un placer que sea nuestro plato fuerte —su mano se fue a mi sexo y sus labios me llenaron de besos el cuello. Cerré los ojos y sentí otras manos callosas en mis nalgas, otras apretaban mis tetas. Un montón de viejos estaban tocándome, besándome y a mí no me desagradaba. Me cargaron entre dos y pude sentir un par de vergas entrando en mí. Por supuesto que me dolía y gritaba. Pero no quería que pararan me hacían levantarme en el aire para caer una y otra vez sobre sus vergas. Mis gemidos solo hacían que se excitaran más y más. Luego me pusieron en cuatro y uno a uno se turnaron para usarme. Mientras me penetraban, yo tenía que mamar uno o dos vergas, luego volvieron a la doble penetración, no paraba de mamar, las vergas parecían interminables e insaciables. Hasta que me jalaron y me arrodillaron. —Abre la boca Fernanda, y no te tragues nada —obedecí, pero no entendía de que hablaba. Luego vino la primera descarga de semen en mi boca. —No lo tragues. —¡no te los comas! Todos repetían lo mismo, y el semen seguía llegando. Mi boca estaba llena. Y seguía recibiendo leche, podía sentir como las comisuras de mis labios escurrían. Cuando por fin ...
    ... terminaron todos aquellos viejos y los vi parados frente a mí el rector me dijo. —¡Ahora si trágalo todo! Un montón de espeso semen pasaba por mi garganta y sentía como bajaba, tenía ganas de vomitar. Pero no sé cómo me contuve y logré tragar todo. —¡Abre la boca! —haaaaaa! Haaaaa! Sus penes ya flácidos brincaban mientras todos reían y cada uno fue poniendo un montón de billetes en mi boca, y en mis manos. —Ve a darte un baño y vístete —me ordeno el rector. Cuando salí, él ya estaba vestido y contaba el dinero. —Solo voy a pagar los gastos, la habitación, el servicio y otras cosas. Lo demás es tuyo. Te lo ganaste. Vámonos. Salimos y el trayecto de regreso fue de nuevo sepulcral, aunque yo le preguntaba “¿quiénes eran esos señores?” No pronunció ni una palabra. Dos cuadras antes de llegar a mi casa, subió el seguro de la puerta y me dijo —Descansa y olvida todo. Nunca sucedió. Te veo el lunes Fernanda. Con mi dinero fui a cómprame más ropa, esta vez busque lencería, para el lunes Antonio me busco, quería hablar conmigo. Mientras me pedía disculpas y me declaraba su amor, a sus espaldas el rector me hacía señas de que fuera a su oficina. Así que Antonio se quedó hablando solo. Y yo, a mis dieciocho años ya no soy ni la virgen, ni la puta de la Universidad. 
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