1. La mujer del diablo


    Fecha: 13/01/2019, Categorías: No Consentido Lesbianas Autor: SexTeacher, Fuente: CuentoRelatos

    ... sí. Se abren las puertas y estoy a punto de salir cuando siento sus manos en mis caderas. Codeo su estómago y corro pocos metros antes de tropezar y sentir su cuerpo sobre mi espalda. No entiendo que está haciendo hasta que noto un punto de humedad en mi espalda y un frote. Se está masturbando frotándose contra mí en mitad del pasillo. No pues creerlo. —¡Déjame! —Grito desesperada esperando que aparezca un vecino y me ayude— mi marido está por venir —miento. —Que venga, que venga. Su risa me atormenta y no me di cuenta de cuando varios brazos fuertes me elevan del suelo. Hay dos chicos fuertes y latinos sujetándome, pataleo pero es inútil. Aprovechan este momento para tocar mi cuerpo y entonces Kate, les golpea. —Solo yo puedo tocarla hasta próxima orden. No sé qué es peor, sí que me toque ella, o ellos dos. Nunca he estado con una mujer y la verdad no me hace ninguna gracia, menos en esta situación. Me suben al ascensor y subimos a la planta de arriba, Kate camina frente a mí contoneando sus caderas y abre la puerta de uno de los pisos. Al entrar, me tiran al suelo y veo como se quita su ropa íntima, un pequeño tanga negro empapado. Cuando lo acerca a mi cara trato de apartarme, pero los hombres me arriman a él y para evitar el dolor me dejo hacer. —Abre la boca, preciosa. Cierro con fuerza y niego con la cabeza. —Ay, la santa. Créeme, esto solo es un avance de lo que te vas a comer. Logran los chicos abrirme la boca entre ambos e introduce el tanga en mi boca, el sabor ...
    ... es algo salado, y siento náuseas en todo momento. Reconozco el sabor de cuando se la chupo a Marcus después de hacerlo, pues no me disgusta la mezcla del semen y mis fluidos, pero bajo mi consentimiento. —Degústalo, si sé que te gusta, golfa. Abre mi boca y no pongo resistencia. Me lo quita pero su sabor permanece en mi boca y me estremezco al sentir como enrollada la empapada tela alrededor de mis ojos, como una venda. —Mi zorra se va a portar bien. Podéis soltarla. —Pero... —¡¿Pero qué?! ¡Te he dado una orden! Los hombres me sueltan y siento como uno de ellos restriega su miembro contra mi cabeza antes de separarse. Pasan hasta tres minutos antes de sentir un frío plástico bastante fino y duro recorrer mi pecho por encima del vestido. —Desnúdate. Niego con la cabeza. No lo haré. Entonces, siento un profundo dolor, ¡esta zorra me ha dado con un látigo! Leves sollozos se escapan de mi control y obedezco antes de llegar al segundo golpe. Pese a haberme quitado el vestido, me golpea. —¡Hice lo que dijiste! —Demasiado lenta, escúchame preciosa, obedecerás a la primera, sin quejas, y me la suda si disfrutas o no, pero si te portas bien, quizá te deje correrte alguna vez. ¿Cómo voy a correrme si me están violando? —Lo disfrutaras —dice y parece leerme la mente. Siento sus cálidas manos recorrer mi pecho y poco después su húmeda trazar círculos perfectos alrededor de mis pezones, pequeños y rosáceos. Pese a las náuseas que la situación me provoca, mi cuerpo reacciona y mis pezones ...