1. Un chalet en la serranía


    Fecha: 31/01/2019, Categorías: Erotismo y Amor Incesto Autor: Havelass, Fuente: CuentoRelatos

    "Una tarde las vio. Desnudas, madre e hija se duchaban juntas. La puerta entreabierta permitió que viera la escena. La madre enjabonaba el cuerpo de la hija, extendiendo la espuma por su cuello, sus tetas, su abdomen, su pubis. Luego, en cuclillas, con ambas manos, continuó por las piernas. Era una escena tan sensual. Lo que no esperaba fue el beso que la madre dejó en el coño de la hija antes de erguirse del todo. Y, menos aún, que la hija acercase sus labios a los pechos de la madre para lamerlos con delicadeza. Más tarde, observó sus cuerpos juntarse, sus cabezas unirse, sus labios estrujarse. Oyó sus gemidos mezclándose con el chorro de agua cuando las dos comenzaron a masturbarse entre sí, introduciendo sus dedos en sus vaginas, deslizando las palmas de sus manos sobre el rizado vello oscuro. Sus voluptuosos cuerpos se estremecieron de placer. Él entró; ellas continuaron. Él se desnudó; y ellas lo miraron. Y era tal el deseo que tuvo de poseerlas que su polla se alzó dura y vibrante. Entonces, madre e hija salieron de la ducha; empapadas, las huellas de sus pies marcaban el suelo. Tomaron toallas del gancho de una pared y comenzaron a secarse. Él no les quitó ojo. Después, una le dijo: "Sabemos lo que quieres, y no te lo daremos, pues los hombres nos dañaron el espíritu ya hace mucho tiempo, somos hembras maduras, nos queremos, si somos madre e hija no es inconveniente, la perversión está presente en cualquier faceta de la vida, debemos aceptarla, ¿o no es una ...
    ... perversión que nos vigiles escondido tras la puerta?, nos iremos a otro sitio y allí nos amaremos, no nos sigas, pues tu vida correrá peligro si lo haces, que aun siendo mujeres también podemos ser crueles". Al oír esto él desvió su mirada al suelo y vio su falo enhiesto. Comprendió que a él no le correspondía disfrutar de dos mujeres, que más perverso fue su apetito que el amor que espió. Y regresó a su habitación apesadumbrado. Su tía y su prima regresaron a la suya. El chalet familiar quedó en silencio, en la noche primaveral serrana"... La luz encendida se colaba bajo la rendija de la puerta del dormitorio del hijastro. Eliana se había despertado repentinamente de madrugada con unas ganas irresistibles de mear y, de vuelta a la habitación de matrimonio, al pasar por el pasillo, se percató de ello; así que quiso entrar en la habitación con la intención de apagarla. Fue silenciosa, sí: empujó la puerta muy despacio y caminó de puntillas sobre sus almohadilladas pantuflas hasta llegar al borde de la cama. El flexo de luz fría estaba pinzado en el cabecero: allí estaba el interruptor. Vio al hijastro dormido: su rostro sereno, su tierno cuello; más allá su torso cubierto por un pijama de franela con botones, y, sobre él, el libro: "Un chalet en la serranía"; "¿De qué iría la novela?", se preguntó Eliana antes de tomarla entre sus manos para leerla por las páginas por las que estaba abierta; leyó. "Oh... vaya... va-ya", se dijo, y observó al hijastro. "Menudo salidito, estas lecturas ...
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