1. Un chalet en la serranía


    Fecha: 31/01/2019, Categorías: Erotismo y Amor Incesto Autor: Havelass, Fuente: CuentoRelatos

    ... tía y su prima, él observaba melancólico el paisaje serrano a través de los cristales. De pronto, le pareció ver a alguien entre los árboles, a poca distancia. Sí, era una mujer joven, y parecía estar desorientada: caminaba en zig zag, tropezaba y a veces alargaba sus brazos con las palmas abiertas para apoyarse en algún tronco. Salió de la casa raudo y llegó hasta donde ella se encontraba. La mujer se percató de su aparición con antelación, pues se puso tiesa y erguida en cuanto él cerró la puerta tras de sí. Ambos se quedaron quietos, frente a frente. Ella, de fina figura, hermoso busto y cara de finos rasgos, tenía la mirada fija perdida en algún punto tras él. "He oído ruidos y he venido, soy ciega, me he extraviado", dijo con suave voz; "Ah, bien, me había parecido, te ayudaré y...", él se fijó en un cinto que circundaba su cadera, "¡llevas arma!", exclamó; "Sí, para defenderme." Ambos estuvieron dialogando durante minutos. Ella, de hito en hito, afirmaba enérgica con la cabeza mientras él hacía aspavientos con sus manos. Después, se engancharon con sus brazos por la cintura y caminaron decididos y severos hacia el interior del chalet. El eco de los dos disparos retumbó largamente en la serranía"... "¡Ya voy, ya voy!", vociferaba Carmen en tanto se acercaba a la puerta arrastrando sus sandalias. Abrió. Allí estaba una chica de extraña mirada, de pie, portando un fino bastón. "Hola", dijo, "perdonen que les moleste, es que... verá, soy ciega..., me he perdido"; "Ah, ...
    ... pobre, ¡señora Eliana, es una pobre niña perdida!", anunció Carmen en voz alta; "Dile que pase, ahora salgo yo..., dile a Bruno que salga del cuarto, que la acompañe mientras tanto", se oyó la voz velada de Eliana. Carmen hizo pasar a la chica, la acompañó al salón y la acomodó en un sillón; luego fue en busca de Bruno. "Bruno", llamó abriendo la puerta del dormitorio; "Ahora no, Carmen, no tengo ganas", dijo Bruno; "Ay, Bruno, mi machote, no vengo por eso", dijo Carmen con una amplia sonrisa, "¿no oíste el timbre?, ha venido una señorita que se ha perdido en la sierra, y me ha dicho Eliana que le hagas compañía mientras ella termina de... de ya sabes qué"; "¡Joder, no paran esos dos! ya voy, Carmen." Bruno salió de su dormitorio. Su sorpresa fue mayúscula cuando vio el característico bastón que sujetaba la muchacha. "¡Eres... eres ciega!", exclamó Bruno; "Sí, y tú muy maleducado, primero hay que presentarse", dijo ella juguetona; "Ay, perdona, es que... en... la novela..., bueno, ¿cómo te llamas?, yo soy Bruno"; "Sonia, encantada", dijo ella extendiendo una mano al vacío que Bruno estrechó al momento. Quedaron en silencio. Bruno observó con detenimiento la oscura melena rizada de ella, sus delicados hombros, sus protuberantes pechos marcados bajo la camiseta, su liso abdomen, sus formados muslos apretados bajo los pantalones de lona, sus sandalias de tiras. Los ojos de Sonia, sin iris, eran negros como pozos profundos llenos de misterio. "¿Cómo te has perdido, Sonia?"; "Mi perro ...