1. La insoportable susceptibilidad de una mujer


    Fecha: 06/02/2019, Categorías: Hetero Autor: Tothem, Fuente: CuentoRelatos

    ... había encontrado, tal vez ejerzan influjos mi separación… No sabría, ya que había tenido un día fatal, la gestión de mis pedidos me obligo a quedarme en la localidad y en ese abotamiento cerebral salí a tomarme un respiro y a ordenar mis pensamientos. El ambiente era cargante, el olor a local estancado casi provocaba claustrofobia; los reflejos de los cristales colocados en la pared tras la barra del local me dejaban ver el ambiente hasta los topes; había elegido un lugar cercano con el que quedaba con Javi. En un momento dado me pareció ver unos movimientos característicos de una persona, como si fueran familiares. En efecto se trataba del chico de la gasolinera el cual al verme me dirigió una sonrisa socarrona. —Hola, como estás hermosa —dijo él. —Tú eres… —Que pequeño es esto, a veces vengo por aquí a ver la mandanga. —Ya veo… —Se te nota algo preocupada; ¿quieres tomar algo nena? Lo tenía ante mí, con garbo hortera, achulada de forma mecánica, sórdido. Vestía pantalones vaqueros ajustados, marcaba paquete como un macarra, camiseta hortera con la marca Pirelli negra. Ni que decir tiene que desentonaba con mi presencia, ya que, en un lance de ganas de salir y despejarme me había puesto un vestido negro, algo escotado, por encima de las rodillas. —Estás muy molona tía. —¿tú crees? —Te invito a una pinta, no se hable más —lo dijo mirando al camarero guiñándole un ojo con ostentosa chulería, para que viera que estaba en pleno apogeo de la caza. En el cuello, así como en sus ...
    ... brazos llevaba tatuajes, los cuales los lucía orgulloso aprovechando sus ademanes para realzarlos más. Acepte su invitación, y no solo esa cerveza, cayeron unas cuantas más. Su lenguaje era desarticulado, limitado gramaticalmente, aunque tenía esa chispa que da el dinamismo de la juventud. Me recordaba a esos grandullones que venían a vernos cuando yo jugaba a baloncesto en el instituto, siempre acosándome, pero bueno son viejos recuerdos. Toda mente tiene su antagonista en el momento que el cerebro es anulado por algún poder añadido, como en este caso era el alcohol; y sí, señores, en ese momento ME REGALE, así como suena, empezó a morderme una oreja, me cuchicheaba, sus rudas manos me agarraban; estábamos en un local público era consciente y no podía evitarlo. La fuerza hormonal me ganaba. Desistí de esa galantería barata y fui al grano: —Vamos a un lugar más cómodo. —Como quieras nena —contesto él, no exento de una cara de triunfo, al mismo tiempo que miraba al camarero, en señal de victoria—. Tengo el buga afuera, ¿si quieres? —No, me alojo a la vuelta de la esquina, será más cómodo. —Te lo aseguro nena, no te arrepentirás. Nada más salir me dio un morreo de dinosaurio, su lengua atrapo la mía como los lametazos de una vaca. Lo hizo delante del local para pasear su gloria delante de la concurrencia del local, para que quedara bien patente esa nueva adquisición. Dios mío, que distintas somos cuando hemos sufrido un revés y estamos fuera de nuestra rutina cotidiana. ¡Tonta, ...
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