1. Mi sobrina Sandra


    Fecha: 07/02/2019, Categorías: Incesto Autor: Ricardo Diaz, Fuente: CuentoRelatos

    Sandra me observa fijamente mientras avanzo con mi verga en la mano dirigiéndola a la entrada tan deseada. Su frente está perlada de sudor, la falda a la altura de su cintura, sus calzones botados en alguna parte y sus senos al aire. Sus piernas abiertas esperan el visitante que goloso está presto a penetrarla, a hacerla mujer, a desflorarla. Si, desflorarla. Sandra tiene veinte años y soy el primer hombre al que se entrega. Soy quien recibe su virginidad y la hará mujer. También soy su tío. La miro a los ojos, para encontrar en ellos la fortaleza que me permita continuar con este incesto, olvidando prejuicios y moral. Y ella continúa con sus ojos enormemente abiertos fijos en mí, dispuesta a ser penetrada por vez primera, a que sea yo el depositario de su preciosa joya, a ser completamente mía. Dispuesta a ser mujer. Mientras avanzo dispuesto a penetrarla, no puedo evitar recordar el momento en que la vi por vez primera: pasó por mi lado a abrazar a su madre, mi prima, que lloraba desconsolada. Estábamos en el velorio de mi tía y el ambiente era de profundo dolor. Pero entró con sus veinte años y sentí que el corazón aceleraba su marcha en mi pecho. ¿Cómo era posible que a mis sesenta años pudiera sentir esa mezcla de intensa emoción y desasosiego, de inquietud y tranquilidad, de exaltación y deseo, que en definitiva es la atracción por otra persona? ¿Sería su juventud? Su imagen se me clavó a fuego en el corazón, aunque no fuimos presentados ni ella se fijó en mí. Y claro, ...
    ... ella estaba sumida en el dolor y yo ni nadie podría lograr su atención en esos momentos. Me acerco con mi instrumento dispuesto a explorar la intimidad de su cuerpo, con los ojos semi cerrados, intentando guardar en mi mente todo este momento único para ambos, para ella su primera vez y para mí la única, pues no creo que vuelva a tener esta oportunidad con ella. Es que cuando reaccione temo que se vaya a recriminar el haber cedido a mis deseos, aunque las circunstancias fueron tan especiales que difícilmente podría haberse negado a satisfacerme. Cuando la conocí me hice muchas fantasías, pero nunca pensé en una posibilidad como la que estoy viviendo: poseerla. En mis sueños ella se enamoraba de mí y vivíamos un romance hermoso y pletórico de besos y abrazos, en el que no había sexo, ya que esa posibilidad estaba absolutamente fuera toda posibilidad. Después del funeral se produjo un acercamiento con la familia de mi prima, pero Sandra seguía sin fijarse en mí. Solamente al final de una reunión familiar logré captar por unos breves momentos su atención y ello bastó para que todos los sentimientos que estaban en germen explotaran como en una erupción juvenil de amor y pasión. Ya no me sería posible apartarla de mis pensamientos, pues a la primera imagen llorosa se le agregó la risa de nuestro segundo encuentro, su mirada límpida y serena, sus gestos cariñosos pero sin malicia, sus palabras pletóricas de inocentes intenciones que yo transformaba en insinuaciones. Y fue así que ...
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