1. Tu rosa


    Fecha: 03/11/2017, Categorías: Erotismo y Amor Autor: Havelass, Fuente: CuentoRelatos

    ... cosquillas bajo mi nariz mientras la masturbo; el olor es penetrante y excita mis sentidos, así que me afano en mi labor con entusiasmo, oyendo como cada vez resolla más profundo, midiendo el crecimiento de su clítoris, su endurecimiento, saboreando el dulzor de sus jugos; ah, y no lo puedo evitar, echo mano a mi polla y me la empiezo a menear hasta correrme a la vez que ella me aparta la cabeza porque también se ha corrido; pasados unos minutos me acurruco sobre su acogedor cuerpo sudoroso y lamo todas sus curvas con fervor; ella, siempre, es la que paga." Cuando empezaron a caer las bombas, Gonzalo estaba con su tía desayunando pan mojado en vino dulce y malta con leche de burra en la casa del patio de vecinos donde vivían. Se sobresaltaron y se agacharon para esconderse bajo la mesa. Debían estar disparándoles desde el mar, puesto que el frente en el interior estaba estabilizado desde hacía varias semanas. Los obuses caían por cualquier sitio: era la tan cacareada Guerra Total cuyo único objetivo era sembrar el pánico. Y, de seguro, lo estaban consiguiendo: el griterío en el barrio era tan ensordecedor como las explosiones que los provocaban. Fue en una pausa entre estruendos cuando Gonzalo se acordó de Paquita, su gitana. Súbitamente, desobedeciendo los consejos de su tía, Gonzalo salió de debajo de la mesa como una exhalación y salió corriendo hacia la puerta; la abrió, cruzó el patio sembrado de gente herida y llegó a la calle; debía dirigirse hacia las chabolas, ...
    ... debía librar a Paquita de una muerte segura. La manzana de chabolas hechas de adobe y cañas ya ardía casi en su totalidad en cuanto Gonzalo la divisó. Se adentró entre los escombros humeantes salpicados de despojos humanos y gritó: "¡Paquita!" Un niño sucio y ensangrentado le miró. "¿Has visto a Paquita?", le preguntó. El niño señaló una dirección a su izquierda, señaló el derribo. Gonzalo corrió con todas sus ganas; su corazón se le salía; le faltaba la respiración. Al fin, penetró por el bosque de columnas y allí la vio. Paquita estaba hecha un ovillo en un rincón con sus ropas ennegrecidas convertidas en harapos y sollozando. Nada más ver a Gonzalo, Paquita adelantó sus brazos: sus senos semidesnudos se agitaron. Gonzalo llegó hasta ella y se acuclilló a su lado; "¿Estás bien?", le preguntó; "¡Oh, Gonzalo, ha sido horrible, han muerto todos!", exclamó Paquita tomando a Gonzalo de la cabeza para besarle con desesperación; éste se dejó caer junto a ella, y ambos comenzaron a dedicarse caricias con sus manos sucias. Gonzalo se sentó apoyando su espalda al muro desportillado; Paquita se sentó frente a él, sobre sus muslos. "Gonzalo, bésame", suplicó Paquita, "pero hazlo como si fuese lo último que fueses a hacer en tu vida, por favor". Gonzalo puso sus labios sobre los de ella y le introdujo la lengua; Paquita le correspondió: la asfixia de ambos hizo que tuvieran que respirar por la nariz forzadamente. Y así, entre bufidos, Gonzalo levantó el culo de ella hasta situarlo en su ...