1. Lo que hubiera sido (Tercera y penúltima parte)


    Fecha: 09/08/2019, Categorías: Infidelidad BDSM Autor: Cold_P, Fuente: CuentoRelatos

    ... Mucho más de lo normal y, aunque en esos instantes yo lo achacaba al alcohol, pronto me di cuenta de que no era así. Fue cuando, en su séptimo u octavo viaje al inodoro que, mientras la esperaba, sin querer miré hacia la barra y la encontré platicando amenamente con otro hombre. Otro hombre que le estaba tocando la pierna descaradamente y la muy zorra lo permitía. En primera instancia, explotó en mí una furia tan inmensa que creo me salió humo por todo el cuerpo. Al instante, recordé la petición que le había hecho cuando le pedí matrimonio. Pese a mi enojo, yo mismo me había buscado dicha situación. Y, como diríamos los mexicanos, tenía que “aguantar vara”. Así que, con resignación, me quedé sentado observando, notando como una parte del enojo que estaba instalado en mí se convertía en un oscuro morbo. Mi verga estaba parada, aunque se encontraba así debido al juego semi-exhibicionista que habíamos mantenido mi esposa y yo; no obstante, no se había bajado al notar su engaño descarado. Pasaron cerca de cinco minutos donde ambos coqueteaban sin disimulo. El tipo tenía una de sus manos a dos centímetros de la vulva de mi mujer, mientras que con la otra sostenía su trago. Elena parecía divertida con la conversación y en una risa, dirigió su mirada hacia nuestra mesa. Durante un fugaz momento alcancé a vislumbrar una genuina preocupación en su semblante, pero casi al instante la mudó por una sonrisa obligada. Siguieron platicando cerca de cinco minutos y después, ella se separó ...
    ... de él para dirigirse hacia mí. Tomó su bolso y se inclinó para despedirse. Al darme un beso en la mejilla me susurró: -Más te vale que no me mandes a la chingada por esto, porque estoy haciendo lo que tú me pediste –se detuvo un segundo, donde lanzó un corto suspiro– Puedes llegar después de las dos de la mañana, no antes. Y se fue del lugar del brazo de aquel imbécil. Yo me quedé plantado en la silla donde estaba. Incapaz de realizar algún movimiento o acción alguna. Estaba demasiado abrumado por la situación, que se me figuraba irreal. En plena luna de miel, mi recién confesada esposa se iba a meter a la cama con otro hombre. Lo peor de todo, era que fue por propia petición y consentimiento. Eso sí, no esperaba que fuese tan pronto, ni tan crudo. Debo admitir que, pese a sentirme completamente rebasado, furioso e indignado, había algo que mantenía mi verga a tope. Mi erección no disminuía ni un ápice. Así que me quedé sentado sin saber qué hacer, acompañado con la zozobra y unos gigantescos cuernos que se me instalaban en la cabeza. Tras un par de tragos más y cerca de una hora después, pedí la cuenta, pagué y me dirigí al pequeño hotel en el que nos hospedábamos, el cual se encontraba al pie de la laguna. Incapaz de acercarme siquiera a la habitación, me dirigí a un pequeño apartado un poco adentrado en la laguna, para sentarme en una de las sillas que ahí había y escenificar un cliché de tristeza o frustración y sumergirme en los oscuros pensamientos que me atormentaban. ...
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