1. Ruido y auto-compasión


    Fecha: 10/08/2019, Categorías: Confesiones Hetero Autor: Dany trgsemen, Fuente: CuentoRelatos

    ... a una vecindad que estaba cruzando la cuadra que funcionaba como prostíbulo. El lugar seguía tan mal cuidado como hace un año. Pagamos por la habitación y ella rápidamente me preguntó si quería algún servicio extra. Le dije que quería un desnudo completo, así, pude ver que llevaba una faja y un bóxer rosa. Su estómago tenía una cicatriz por embarazo y por más que lo intenté, no pude recordar si la tenía desde aquella vez. Ella me puso el condón y se abrió de piernas, su vagina tenía poco vello púbico. Rápidamente, metí mi pene en su vagina y empecé a penetrarla. Sus pechos eran pequeños, pero sus pezones no. Mientras penetraba me dediqué a chupar y a morder sus pezones, así como a besar su cuello. Como la mayoría de las prostitutas, ella no me dejaba besar sus labios, pero podía hacerlo con sus mejillas, su perfume era genérico, pero me gustaba. En cierto punto dejé de penetrar y sólo me puse a contemplar su gordo cuerpo; al igual que la última vez, estaba fascinado con él. Le dije que se veía muy linda y seguí penetrándola, pero ahora me puse a jugar con nuestras manos. Después de unos ...
    ... momentos, me preguntó si quería una pose. Acepté, me recosté y le pedí que se sentara en mi pene. Ella empezó a moverse y mientras lo hacía yo seguía mordiendo sus pechos hasta que me harté y la besé. Ella se dejó llevar también. Su labial sabía a fresa. Estuvimos haciéndolo por casi media hora. Dediqué todo ese tiempo a lamer sus pezones y a besarla, ambos nos abrazábamos y acariciamos el pelo del otro. Al terminar, ambos nos vestimos y le pregunté sobre su faja. Me contó que la semana pasada se había caído de las escaleras, debido a que estaban mojadas y estaba usando tacones altos. Por ello, estuvo en cama hasta el día de hoy. Por fortuna le escuché hablar con la que cobraba la habitación, diciendo que ya era su sexto cliente del día, por lo que podría volver a la normalidad dentro de poco. Me dio una toalla húmeda para limpiarme su labial, ambos pasamos al baño a lavarnos las manos y salimos del lugar. Durante casi todo el camino a casa no pensé en nada escuchando música hasta que llegué a escuchar “Hallelujah” y “In my secret Life”, ambas de Leonard Cohen y de repente me dieron ganas de llorar. 
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