1. Conocí a Javier ya hace casi 10 años


    Fecha: 24/08/2019, Categorías: Infidelidad Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... a un guante, y cuando tenía dentro su pene creía estar en el cielo, y gozaba como una loca con sus movimientos, hasta que nos corríamos y nos quedábamos exhaustos y húmedos de sudor y de nuestros jugos. Esto duró unos seis meses, hasta que yo me casé, y unos días antes hicimos el amor, suponíamos que por última vez, y nos despedimos con un abrazo, cuídate y todo eso. Pero, cuando volví de mi viaje de novios, me acerqué a su trabajo a saludarle, ya que no quería perder su amistad, pero me encontré con la sorpresa de que me proponía que siguiéramos viéndonos, ya que por entonces estaba temporalmente viviendo solo. Loca de mí, acepté. A fin de cuentas, siempre lo planteábamos como algo que un día se terminaría y supuse que no duraría mucho más. A partir de entonces seguimos encontrándonos de vez en cuando, en su casa mientras pudimos, y en otros varios sitios después, aunque recuerdo con especial agrado las tardes que pasábamos en unos despachos anexos a su trabajo, de los que sólo él tenía llave, y donde solíamos hacer el amor en el suelo, sobre la moqueta, o bien me tumbaba sobre una gran mesa de reuniones y él me penetraba de pie, mientras veía cómo mis tetas se bamboleaban, cosa que según me decía era una de las cosas que más le excitaban. En otra ocasión fuimos hasta el lavabo y me penetró de pie, desde atrás, mientras nos veíamos en el espejo del baño. Otras veces lo hacíamos de pie, contra la pared. También le gustaba que le masturbara y correrse encima de mi pecho, y ...
    ... luego me limpiaba suavemente. Esta situación ya duraba mucho tiempo, pero, lejos de aburrirnos, cada día teníamos más ganas de estar juntos y recurríamos a tretas cada vez más arriesgadas. En una ocasión, estuve en su oficina por la mañana, en hora de trabajo; me acababa de enterar de que estaba embarazada de mi primer hijo, y estaba algo hinchada y con los pechos grandes y doloridos. Con la excusa de acompañarme al baño, me llevó hasta un despacho vacío, y allí mismo, arriesgándonos a que entrara alguien y nos viera, me subió el vestido hasta el cuello, me sacó las tetas del sostén y me las comió, mientras metía su mano dentro de mis bragas y abría su pantalón y sacaba su pene. Otras veces quedábamos a tomar un café a media mañana, y entonces nos conformábamos con escondernos en cualquier portal y darnos uno de esos besos que me dejaban temblando y con ganas de más. Aprovechábamos cualquier ocasión y cualquier sitio a nuestra disposición, aunque lo mejor fue cuando pudimos disponer del piso que le prestaba un amigo. Allí podíamos pasar largas tardes, podíamos hacer el amor despacio, casi siempre varias veces; me gustaba, por ejemplo, empezar a acariciarnos aún vestidos, que me tocara todo el cuerpo sobre la ropa, de espaldas a él, ver sus grandes manos sobre mis pechos y luego subiéndome la falda para tocar mi sexo y notarlo ya completamente húmedo... de hecho me bastaba, y me basta, pensar en él para encontrarme empapada. Luego dejamos de poder ir al piso de su amigo, pero no ...