1. Aventuras de un Pie-Fetichista


    Fecha: 30/08/2019, Categorías: Fetichismo Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    La atracciòn que siento por los pies femeninos se remonta a la època de pre-adolescente cuando asistìa con mis padres todos los domingos a una Iglesia Cristiana en la ciudad donde vivìa. Recuerdo muy bien a una hermana de la congregaciòn muy bonita, guapa y sensual. Recuerdo que le gustaba ponerse un vestido rojo con flores y unas sandalias destalonadas con tacòn, de varios colores como rojo, amarillo y verde, que dejaban a la vista sus presiosos deditos. Ella en ese tiempo calculo que tendrìa unos treinta años. Era bellìsima, blanca y cabello castaño. Pero lo que màs me impresionaba eran los pies tan sexys que tenìa. Cuando anbadaba en la Iglesia, me acercaba a ella solo para observarle los pies. Sentìa erecciones exageradas y hasta mojaba el pantalòn creandome fantasìas con ella. En ese entonces yo creìa que mi adicciòn por los pies femeninos era algo anormal, que yo estaba enfermo mentalmente, etc. Lo cierto es que desde que yo me acuerdo la mujer que me gusta debe tener los pies bonitos, de lo contratio, la considero como de segunda categorìa. Una de las ocasiones que màs tengo en la mente en que el ser pie’fetichista fue el factor determinante para cogerme un culito es la siguiente historia, 100% real, presten atenciòn: Trabajo como tramitador de prèstamos y se acostumbra a que en cuertos casos, ejectivas de cuentas de ciertos Bancos inversionistas acudan a las oficinas a aprobar prèstamos especiales. Esta ejecutiva es una bomba: rubia, bonita, cuerpo proporcionado, ...
    ... tiràndole a rellenita, piel rosada. Es un culo de chuparse los dedos y encima de todo tiene unos de los pies màs bellos que he visto en mi vida. Cada vez que me llamaba que iba a llegar a la oficina, yo preparaba el salòn de conferencia y le ponìa una silla especial para yo poder disfrutar del mejor de los paisajes: sus pies y piernas. Yo pienso que ella sabìa que lo hacìa a propòsito, ya que a veces, mientras ella chequeaba el expediente y yo sentado frente a ella en mi escritorio, sencillamente me preguntaba alguna cosa (ella sabiendo la respuesta) y al mismo tiempo cruzaba sus bellas y gruesas piernas. Sus zapatos negros de tacòn alto, abiertos del frente, dejaban ver sus lindos y bien cuidados deditos, recièn pintaditos de rojo vivo. Ante tal espectàculo yo me quedaba saboreàndolos, la boca hacièndome agua y la verga bien parada goteàndome en el pantalòn. Un dìa me llamò como a las cinco de la tarde y me preguntò si todavìa era tiempo para poder llegar, yo por supuesto le dije que no habìa problema. Recuerdo muy bien que me preguntò si todavìa iban a estar los demàs y yo le contestè que no sabìa, que probablemente una o dos personas. De hecho, ya todos se habìan retirado. Cuando llegò, en aquel verano con la temperatura cerce de los 100 grados, tan solo me viò en el escritorio de la recepcionista y de plomazo se sentò frente a mì en el sillòn para las visitas. Por mi parte, yo ya estaba bien encandilado, esperàndola y deseando que llegara con zapatos. Mi sorpresa fue grande: ...
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