1. Del séptimo piso al cielo


    Fecha: 23/12/2017, Categorías: Hetero Autor: Emilio Espejo, Fuente: CuentoRelatos

    ... Gema por mi espalda, mis nalgas y mi pene. Mi resistencia había sido heroica pero no lo pude soportar más. Cerré también los ojos y comencé a saciar en su boca mi necesidad de ella restregando enardecidamente su vientre en la bestia que se despertaba entre mis piernas. Para mi sorpresa, Gema estaba más hambrienta de mí porque lo que ella hacía no era besarme sino absorberme. Instintivamente, le desabotoné la blusa y ella me bajó el zipper del pantalón. Siempre me embriagó tener en mis manos los senos de Gema, acariciarles su contorno, sentir su tibieza. Pero lo verdaderamente enloquecedor era lamer sus aureolas y sus pezones endurecidos, lo cual en ese instante disfrute a plenitud porque Gema me amasaba el pene con ese estilo dulce y furioso tan suyo: tocándome el glande con el pulgar y explorando mi grosor con el resto de sus dedos. Nuestros cuerpos estaban imantados. Cada evocación de Gema era una lección de erotismo. Cada roce era una profecía de hedonismo. Cada beso era un trance de júbilo. Pero en esa ocasión, dentro de los elevadores, fue simplemente la cima de la lujuria, el abuso del placer, el límite de la locura. Indescriptible. Llegando al séptimo piso, el elevador se detuvo sin abrir sus puertas por casi 30 minutos. De mi cuerpo emergió rabiosamente una insaciable extensión palpitante y maciza que Gema manoseaba delirantemente. Fue una de las erecciones más portentosas que he tenido, de esas que no se planean, simplemente manan ...
    ... naturalmente. Mientras le lamía el escote, deje que mis manos se depositaran en su sexo. Ella estaba empapada. Le levanté su húmedo muslo izquierdo, me incliné unos centímetros y dejé que mi glande esponjoso jugueteara con su acuosa vulva. Era un ritual que me gustaba practicarle porque, como ella me lo confirmaba, le producía cosquillas en los dientes. Le sostuve su pierna izquierda entre mi mano derecha. Le acerqué mi boca a la suya para lamerle los dientes. Y la fui penetrando paulatina pero determinadamente, ajando sus paredes vaginales, hasta notar que no podía entrar más en ella. Gema jadeó. Se puso de espaldas a mí, se asió del barandal del elevador y subió su pie derecho a una baldosa del mismo. Fue exquisitamente irresistible. Así que le tomé las caderas, me ladeé hacia la izquierda y le penetré sin contemplaciones. Gema se meneó con una desquiciante cadencia zarandeando mi pene con frenesí. Sentí que me exprimía el aliento. Pero fue irremediable. Un par de minutos después, un torrente trajo consigo un halo de placentera armonía que se apoderó de mi cuerpo. Fue un viaje celestial. Todavía con el regocijo a flor de piel, la volví a besar con arrebato. Luego de habernos vestidos y secado el sudor, Gema presionó el botón -1. Ambos acordamos que era mucho más seguro salir en el sótano. Antes de llegar, le pregunté que cómo le hizo con el ascensor. Es una falla que tiene. Me enteré de casualidad. Pero no preguntes, tú sólo disfruta. Y las puertas se abrieron. 
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