1. Humillada por mi propia carne


    Fecha: 24/12/2017, Categorías: Hetero Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... -dije vencida y tragándome las lágrimas de rabia- haré lo que me pidas; pero ¡quiero esas fotos y también los negativos!. -Claro, claro, que las tendrás, y también los negativos. Pero no tan deprisa. dentro de poco si te comportas bien y eres obediente. Dependerá tan solo de ti. -¿Cómo puedo estar segura de que mantendrás tu palabra? -No te queda otra solución, te tienes que fiar. Pero por ahora ya está bien de charlas. Mientras tanto quiero que esta tarde tu vengas a la oficina sin braguitas y que cuando te sientes en tu sitio, abras bien las piernas dejándome verte ¿está claro? Hice un débil gesto de protesta, pero ya sabía que no me quedaba otra solución. Entonces, mi marido regresó y Jorge fingió estar sumergido en su trabajo. La conversación quedó zanjada. Aquella tarde hice lo que Jorge me había ordenado. Me quité las braguitas y fui a la agencia con ellas enrolladas y metidas en mi bolso. Cuando me senté detrás de mi mesa crucé las piernas con sumo cuidado. Mi marido tiene el despacho al lado, con la puerta abierta y no puede verme aunque sí oírme y enterarse de casi todo lo que pasa aquí afuera. Jorge que se sienta en otra mesa frente a la mía, me hizo una señal imperiosa. Comprendía que quería que abriese mis piernas. Por un momento le miré con gesto implorante y el ceño fruncido. Enseguida me di cuenta de que era inútil. Lentamente, mientras ardía de vergüenza, empecé a separar los muslos. La mirada de Jorge me hizo comprender que no era suficiente. ...
    ... Intencionadamente me había puesto esta tarde una falda larga hasta la rodilla. Las señas de Jorge de que quería más, eran evidente y no bastaba con que abriese más los muslos. Para satisfacerle me vi obligada a subir mi falda casi hasta la cintura. Luego, ante mi vergüenza y con mis piernas totalmente abiertas, toda mi vulva quedó por completo expuesta a la mirada de aquel hombre que me fijaba con aires de triunfo. Notaba el fresco del aire en el ambiente que me llegaba por ahí abajo y sentía también la tapicería aterciopelada de la silla directamente contra mi trasero. Al cabo de unos minutos de estar en esta posición y cuando yo creía que por el tiempo que pasó ya todo acabaría, Jorge me hizo una señal con las manos, indicándome que quería que abriese y cerrase las piernas despacito. No sólo se conformaría con mirar, como yo pensaba en un principio, sino que además quería verme moviendo mis piernas. Y lo malo es que estaba atrapada y no podría negarme. Comencé abriendo y cerrando las piernas suavemente. Separaba totalmente los muslos abriéndolos hasta el máximo y, después, los cerraba despacio hasta que las rodillas quedaban totalmente juntos. A partir de ahí volvía a repetir el ejercicio de nuevo, siempre muy despacio. Era imposible concentrarse en el trabajo pese a que trataba de distraerme e intentaba imaginar que nada pasaba a mi alrededor. Quería suponer que todo era algo normal y que el desalmado que había frente a mí no estaba o que, en último caso era un 'voyeur' escondido que me ...
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