1. Mis últimas experiencias con desconocidos


    Fecha: 27/12/2017, Categorías: No Consentido Hetero Autor: Ana Del Veliz, Fuente: CuentoRelatos

    ... No fue muy original para comenzar una conversación, pero aun así le seguí la corriente. — Sí, está terrible. — comenté. — ¿sos músico? — le pregunté. — Sí ¿se nota mucho? — preguntó riendo. —¿Vos venís de laburar? — Sí, me gustaría ser una bohemia como vos, pero soy una esclava del capitalismo. El tipo rio, mostrando una perfecta dentadura blanca, que resaltaba con hermosura en medio de la oscura barba. — No te creas. — Dijo. — de la música no se vive. También tengo que trabajar. Soy barman. Ya me estaba haciendo una idea de la personalidad del tipo. Era fachero, y en su trabajo de barman y de músico conseguiría minitas a dos manos, por eso se había animado a hablarme con tanta naturalidad, cosa que la mayoría de los hombres no hacen porque les resulto intimidante. Pero la seguridad a veces va acompañada de una personalidad arrogante, y desdeñosa. Seguramente ese era el caso del rockerito que tenía frente a mí. Pero igual me gustaba, era simpático y estaba muy fuerte. — El viernes tocamos en un bar de Palermo. ¿Por qué no vas? Va a estar bueno, van a tocar varias bandas. — Creo que voy a estar ocupada… —dije. — Te dejo mi número, y si te arrepentís, me llamás. — Bueno, dale, decímelo. El tipo me dictó su número. — Javier. — agregó, para que lo agende. — Ana. — me presenté. — Ojalá que puedas ir. — me dijo, con una mirada que no reflejaba su interés porque conozca su música, sino que develaba sus verdaderas intenciones. De repente me di cuanta de que ya tenía que bajar del ...
    ... colectivo. Me puse de pie, lo saludé y bajé por la puerta trasera, sintiendo cómo me clavaba la mirada. No tenía pensado ir a ese bar a escucharlo tocar, pero no estaba de más tener el número de un bomboncito, para cuando lo necesite. Fui hasta la estación de trenes. No había hecho ni la mitad del recorrido diario, pero ya estaba agotada. Y pensar que luego debería tomarme otro colectivo más porque mi casa está a quince cuadras de la estación. Me subí a un furgón repleto de gente. Se sentía un leve olor a porro, que se alzaba y se mezclaba con los olores a desodorante barato, a cebolla, y a humanidad. En la siguiente estación subió más gente y quedé arrinconada entre varios cuerpos, sintiendo un roce constante en todo mi cuerpo. No veía la hora de que arreglen mi auto. A bordo de él solo tenía que tolerar el caos del tránsito. El contacto de mis caderas y mis nalgas con las de otras personas me parecía de lo más normal. Pero de repente creí sentir que una mano se posaba delicadamente sobre mi nalga. Supuse era una persona que, estando en una posición extremadamente incomoda no tenía más remedio que tocarme. Seguramente ni siquiera podría sacar su mano de ahí con libertad. Así que no le di importancia. Pero aquella mano que estaba en contacto con mi cola comenzó a moverse sobre mi pollera, dibujando la curva de mi trasero. Me acariciaba suavemente, con la yema de los dedos, recorriendo una pequeña parte de mi glúteo, probablemente creyendo que yo aún ignoraba lo que estaba ...
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