1. Memorias de la infancia: Don Flavio 1


    Fecha: 07/01/2018, Categorías: Gays Autor: dulcesitoconsal, Fuente: SexoSinTabues

    ... corrían, brincaban, sudaban, de pronto alguien disparaba el primer chorro de agua con la manguera y comenzaba otra guerra. Yo los veía sentado a corta distancia, pues no me dejaban jugar con ellos, era muy chico, tres, cuatro años, quizá. Mis primos me veían como un hermano menor y me estimaban bastante, pero no me dejaban jugar con ellos en sus juegos de peleas y correr, así que sólo me limitaba a verlos. Ellos tenían bien calculado el tiempo que mi tía tardaba en hacer las compras. Sabían que buscaba pretextos para dilatar su regreso, pues le gustaba andar en la calle, se entretenía de más, pues. Al final del patio de la casa de mis primos había un cuarto pequeño, que alguna vez estuvo destinado a sanitario y regadera al que le habían clausurado todos los servicios, estaba vacío y no se usaba. Excepto por el resumidero de la regadera, lo demas no funcionaba. Eso convertía ese lugar en un fresco escondite para toda clase de juegos, pero en particular, para entrar todos juntos y sin ropa a remojarse con el chorro de agua de la manguera. Eso les encantaba a mis primos. Deben haber tenido entre los 7 y los 12 años, mis primos M, N, O y P (déjemos sus nombres verdaderos aparte, no importan). Como dije, entre juego y juego, se acaloraban, se mojaban y finalmente se quitaban la ropa, quedando desnudos y libres en la mañana de sol. En el verano sonorense las temperaturas suben muchísimo, por eso los primos terminaban sudorosos y oliendo a perro. Mi primo P, el mayor, me llamaba y ...
    ... yo acudía corriendo, alegre porque me dejaban entrar y me mojaban. Como andaba en trusa, por el calorón, me desnudaban y comenzaba entonces el otro juego… y los muy cabrones me decían: tú ganaste Pollo! –nunca supe por qué me decían pollo, pero no me importaba- Y comenzaban a jalarse el pene, los cuatro, del más chico al más grande. Tú ganaste! significaba que me daban el honroso primer puesto para chuparles las vergas a los cuatro. Estaban extrañamente bien dotados para sus edades, aunque en correspondencia con su desarrollo infantil. Se la pasaban midiéndose la talla usando la punta del pulgar y la punta del dedo medio, y de acuerdo con sus manitas infantiles, a todos les medía igual o un poquito más de lo que registraba el espacio de sus dedos estirados, de punta a punta. El mío era una bellota. M y N, los más pequeños, se reían mucho mientras les chupaba sus penes, pero se peleaban por el tiempo que les tocaba para que yo los lamiera. O y P… esos eran diferentes, más grandes y robustos, especialmente P, quien era el mandamás, el que decía cuánto tiempo y a quién se la iba a chupar el pollo. Cuando me tocaba mamársela a O, P tenía que calmarlo, porque quería meterme todo su miembro hasta la garganta y me hacía que me ahogara y me dieran ganas de vomitar. “O” era bastante brusco, me tomaba la cara con sus dos manos y me metía la lengua en la boca. A mí me gustaba el sabor de su saliva, me gustaban mucho los besos. Luego me colocaba mis dos manitas en su verga y me decía que ...
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