1. El desahogo


    Fecha: 03/02/2018, Categorías: Confesiones Autor: arandi, Fuente: RelatosEróticos

    ... esperaba su regreso (momentos en que llegué a pensar, confieso, que huiría) me fui pre-calentando acariciando mi trozo de carne aún sobre mi pantalón. Afortunadamente, al fin regresó y tras entrar a mi oficina cerró apropiadamente la puerta. Como si yo ya le hubiera dado instrucción se fue a acomodar frente a mi escritorio apoyándose en este mientras paraba su, ya de por sí, notable trasero. Era indudable que sabía que aquella era la parte de su cuerpo que más atraía a los hombres. Supuse que ella pensaba que yo sólo le levantaría su falda, haría a un lado su calzón y me la penetraría sin más, con tal de desahogarme, pero yo pensaba en otra cosa. Me coloqué tras ella y la acaricié. Esas hermosas y redondas carnes... hace mucho que yo las deseaba y mis diarios esfuerzos en concluir nuestro proyecto no encontraban mejor expectativa que en la esperanza de, no bien concluirlo, satisfacer mis deseos sexuales con aquella frondosa mujer de cuarenta y tantos. Sí, era un tanto mayor que yo y la deseaba como un alumno a su atractiva maestra. Acaricié su bello y deseable trasero, aún sin subirle del todo la falda. Subí por su cintura para sobar su abdomen y de ahí alzarme hasta sus prominentes pechos. Ella con un velo de seriedad y compromiso laboral aceptaba mis caricias y yo trataba de hacerla disfrutar también, pues dado su esfuerzo de los días anteriores, era justo que igualmente se relajara de la estresante exigencia laboral (además ella seguía sin novio o pareja, según sabía). Me ...
    ... di cuenta que Ana Paula, de seguro, pensaba que yo la penetraría inmediatamente pues, cuando metí mis manos bajo su falda, noté que ella ya no llevaba bragas. Yo, sin embargo, la giré para besarla. Estaba ansioso, pero no sólo por penetrarla, la quería gozar, saborear. Mientras me deleitaba sobando y amasando las tremendas carnes de su trasero, la besaba apasionadamente, cosa que gracias a su correspondencia me puso a mil. Besé y lamí todo su cuello. En ese momento me vino una idea algo perversa. Le pedí que fuera a su escritorio y trajera uno de los cuadros fotográficos que allí tiene. Ella, un tanto desconcertada, hizo una pausa pero ante mi insistencia me obedeció. Tras su regreso volvió a cerrar con seguro la puerta y me entregó el cuadro. Yo lo miré, en él aparecían sus dos hijos, aún chavales, junto a ella. —Deben estar muy orgullosos de ti —le dije y coloqué la foto sobre mi propio escritorio. —¿Por qué lo dices? —a su vez me cuestionó. La abracé y seguí con mi cachondeo. —Pues porque sé que todo esto lo haces por ellos. Y créeme, sé que es un sacrificio enorme. Tú no eres una cualquiera. Eres toda una dama. Ella me miró fijamente y pensé que reflexionaba sobre si lo que le decía era verdad. Continué besándola y amasando sus morenas y voluptuosas carnes al mismo tiempo que veía tal foto imaginándome la vida de aquellos dos muchachos y lo que en ese momento estarían haciendo mientras su mamá era objeto de mi pasión. «No se preocupen», pensé. «Yo trataré bien a su madre, ...
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