1. Le dí mis conocimientos y mi leche


    Fecha: 08/02/2018, Categorías: Hetero Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... comer me desplacé veloz hasta el domicilio de la chiquilla. Tras una media hora de camino llegué de nuevo frente a la casita de madera. Llamé a la puerta y hablé con su propietaria. Su marido había salido al amanecer y no volvería hasta que se pusiera el Sol. La niña acababa de comer y estaba tumbada en la cama. Subí a verla. La chica estaba muy animada y casi sin dolores. Comencé mi plan. Con disimulo le ofrecí un vaso de agua al que previamente había añadido una cápsula de tranquilizante. Mientras el medicamento hacía efecto bajé a hablar con la madre. Le mentí diciendo que su hija necesitaba una determinada medicina, que yo no llevaba, y que la buena mujer se ofreció a comprar en el pueblo. Le dije que no se preocupase que yo cuidaría de la niña mientras tanto. Le anoté el nombre de un analgésico y se lo dí a la señora. La ví marcharse camino abajo. Sabía que disponía de casi dos horas hasta que volviese su madre para hacer lo que quisiera con la niña. Subí al cuarto de arriba. Los primeros efectos se notaron en la chica. Sus ojos se cerraban mientras su cuerpo se relajaba. Para acelerar el proceso le administré un poco de anestésico en un pañuelo. La chica cerró definitivamente los ojos. Probé a llamarla por su nombre pero no contestó. Ahora estaba toda para mi. Le besé los labios y le metí profundamente la lengua en su boca. Mi aparato comenzó a reaccionar al saber lo que le esperaba. Le quité la sábana y contemplé su frágil cuerpo. Estaba vestida con otro camisón ...
    ... azulado. Se lo levanté por las rodillas hasta dejar sus braguitas blancas al descubierto. Le besé los muslos, le rocé su coño sobre la fina tela para acabar quitando tan molesta prenda deslizándola por sus finas y torneadas piernas. Por fin se ofrecía ante mis ojos su espléndida almeja, rodeada de rizos castaños que ocultaban la entrada de su gruta. Con cuidado separé un poco sus muslos y acerqué mi cara a su coño. Noté el olor fresco de su humedad y jugué con sus pelos mientras separaba los pliegues que cerraban su tesoro. Pasé mi lengua arriba y abajo por su agujero buscando el pequeño clítoris que estimulé con gula notando como se hinchaba bajo mis caricias. Tras notar como se humedecía me incorporé. Acabé de quitarle el camisón. Sus pechos crecían ante mis ojos rodeados por unas aureolas oscuras coronadas por unos pezones sabrosos. Los tomé entre mis dedos y los sorbí hasta cansarme. Mi lengua rodeaba su teta izquierda y pasaba a la derecha intercambiándose con mis manos. Le chupé su cuerpo desde arriba hasta abajo sin dejar ni un sólo centímetro de su piel. Jugué con su ombligo metiendo la punta de mi lengua y con los rizos de su coño. Me desnudé. Mi glande estaba húmedo de los jugos que rezumaban por la punta. Rocé con él sus pezones y sus labios dejando finos hilos de baba que brillaban bajo la claridad del sol. Ladeé su cuerpo hacia un lado de la cama dejando que sus piernas cayesen hacia el suelo. Cuando creí oportuno situé la punta de mi miembro entre los pliegues de su ...