1. Aquel lavabo...


    Fecha: 15/02/2018, Categorías: Masturbación Autor: Anónimo, Fuente: SexoSinTabues

    ... nadie se depilaba, jaja. Sus piernas peludas, sus huevos peludos y la mata de pelo donde colgaba su pene, que estaba hinchado, pero no erecto. – “Venga, como el otro día”, me animaba a hacer. Y yo, una vez mirado el panorama, le agarré la polla y empecé a bajar el prepucio para que empezase a asomarse el glande. Ahí empezó a hincharse la polla, a ponerse dura y a elevarse. Tras un rato subiendo y bajando el pellejo del prepucio por su glande, ya no podía tapar más a ese glande hinchado. No había prepucio para tanto glande, jaja. Una vez que él estaba completamente excitado sexualmente y su polla estaba en plenitud, se sentó en la taza del wáter, se abrió las piernas ampliamente y yo tuve que arrodillarme delante de él para alcanzar fácilmente su polla. Aquí tenía una visión magnífica de su pene, sus huevos en el escroto, como de vez en cuando subían esos huevos hacia el pene, y luego colgaban. También se hinchaban los huevos, porque al final siempre los tenía subidos junto al pene. – “Dale rápido”, me decía, y yo pajeaba más deprisa. Me cambiaba de mano de vez en cuando. No podíamos hablar mucho por aquello de la discreción, así que solo se oía un leve zas, zas, zas cada vez más rápido, hasta que empezó a correrse, sin avisar. Primero empezaba a derramar un poquito de líquido por la punta, pero un segundo después, un chorro grande salió de su pene que hizo que yo parara de pajearle. Y el segundo chorro salió el solo, sin que su polla la tocara nadie. Luego se puso de pie y, ...
    ... se agarró él su polla y empezó a echar chorros de semen contra la pared del cuarto mientras resoplaba. Vaya…, me había librado de ducharme en semen por centímetros. La lechada estaba toda en el suelo, la pared y un poco en mi mano (y en la suya). Cogimos papel higiénico y limpiamos un poco el suelo, las paredes y nuestras manos. Todo en silencio. Yo había alucinado, jeje. – “Mañana después de comer, si quieres…”, me sugería. Y yo asentía. Le estuve dando vueltas a la cabeza todo lo que había visto en primer plano. Al día siguiente, tras la comida y faltando todavía hora y media para empezar las clases, me hice el encontradizo por donde estaba él jugando al fútbol, y él reparó en mi presencia. Dejó el partido y se me acercó. – “¿Vamos al lavabo?”. Y “vamos”, le respondí. Hicimos igual que el día anterior: se desnudó de cintura para abajo, mostrando su pene medio hinchado, que yo empecé a pajear para que se hinchase del todo. Cuando se sentó en la taza del wáter y yo me puse frente a su polla, me dijo que si me gustaba agarrársela. Yo nunca respondía de viva voz, pero movía la cabeza afirmando. – “¿Me podrías dar una chupadita a mi polla, ya que tanto te gusta?”. Yo sonreí nervioso, y no sabía muy bien qué decir. Bueno, ya que me lo había pedido. – “Dale un lametón, desde los huevos hasta la punta”. Y le hice caso. Saqué mi lengua y empecé a lamer desde el escroto con los huevos y subiendo por todo el tronco de su pene, hasta la punta del glande. – “¿Así?”, respondí. “Sí, así…”, ...