1. El fetiche de mis bragas olorosas


    Fecha: 21/02/2018, Categorías: Fetichismo Infidelidad Autor: chicapervertida, Fuente: CuentoRelatos

    ... ser tan maja, de verdad, ojalá todas las mujeres fuesen tan abiertas como tú». Su respuesta me pareció tan auténtica y encantadora, que extendí mi mano y le devolví el hilo. Él me miró impactado. «Un regalo para que nunca te olvides de mí» le dije. - ¡Eres la leche, tía! –y se carcajeó enseguida-. Me voy a cascar unas pajas con estas bragas hasta desgastarlas, ¡te lo prometo! Nuevamente su respuesta me hizo estremecer. La imagen de mi cuñado masturbándose mientras olía mis bragas me explotó en el cerebro y en el coño, así que me incliné hacia él y recordando la expresión en los ojos de mi tío Alejandro, le pregunté con la mejor expresión de zorra que tengo: «te gustaría olerme allí abajo?» y seguido me recliné hacia atrás, dejándome caer sobre el sofá y abriendo las piernas al momento, dejando expuesto mi jugosa vulva a su mirada incrédula. Su respuesta no se hizo esperar, se abalanzó hacia mí. «Recuerda, es solo para olerla» le dije. Así que cerré los ojos y me entregué a mis pensamientos. Él acercó su rostro a mi entrepierna y comenzó a respirar. Podía oír cada una de sus profundas aspiraciones, rematadas por unos suspiros ...
    ... pasionales. Sentí el roce de su nariz sobre mi clítoris, a lo largo de mis labios humedecidos e incluso cuando con ella se aventuró a olfatear mi ano. Entonces extendí una mano y me comencé a masturbar otra vez, como posesa, arrebatada y desaforada, completamente transportada al momento en que mi tío Alejandro acercó su nariz a mi delicado coñito virgen, que estaba inmaculado y prácticamente sin pelo; y ese recuerdo fue tan potente que me vine en un fulminante orgasmo que me hizo expeler un potente chorro de flujo que fue a para al rostro de mi cuñado. Recuperé el aliento y me puse de pie. Mi cuñado quedó tirado en el suelo con la polla en la mano, cubierta de semen, pues en el proceso se había corrido, y el rostro lleno de mi humedad. Le pasé por un lado, lo mire y le dije: «bueno, ya se acabó tu suerte, voy a darme una ducha» y comencé a caminar. Cuando ya estuve a punto de dejarle a solas, me giré y sonriendo le dije: -¡Ah y ya sabes, cuando desgastes esas bragas avísame y te vendo unas que uso en el gimnasio y terminan impregnadas de olor a hembra -bromeé descaradamente-; o si te portas bien quizá te las regale! ¡De ti depende! Fin. 
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