1. Mi primer trabajo


    Fecha: 18/09/2017, Categorías: Hetero Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... dolor abdominal puedo descartarlas con una exploración cuidadosa - Pues mira, no sería mala idea, ahora que el niño está echado a la siesta, así me quedo al menos más tranquila. Por cierto, deja de tratarme de usted, somos muy jóvenes los dos como para andar con esos respetos - Claro, perdona Luisa. Cuando termine de almorzar y lavarme los dientes si quieres vamos a una habitación donde pueda explorarte - Sí, vamos a mi habitación, ni siquiera he tenido tiempo de hacer mi cama aún pero no pasa nada, me perdonas el desorden. Yo ya no veía la hora de terminar de comer, se me atragantaba cada trozo de carne que ingería. Mi hambre desapareció como por ensalmo. Tuve una descarga de adrenalina de tal índole que mi apetito quedó suprimido ( el apetito por los alimentos claro) y mi muñeca temblaba cada vez que sostenía el tenedor para llevarlo a mi boca. Era más bien otro tipo de carne lo que mi boca ansiaba ya. Ella se percató al momento de mi nerviosismo y comenzó a sonreír de forma socarrona y a mofarse de mí con su mirada, mientras me decía cosas totalmente serias, incongruentes con sus gestos, que ya adivinaban todo lo que estaba pasando en mi interior. Finalizado el almuerzo a trancas y barrancas, llevé a cabo un rapidísimo lavado de dientes e hice un ademán de disponibilidad. Ella, de nuevo, bajo su pícara sonrisa, dijo. -Ven La seguí por pasillos que desconocía, iba delante de mí moviendo su culito con una gracia y sensualidad apasionante. Yo creo que estaba asegurando al ...
    ... máximo la probabilidad de que me lanzara, de que le metiera mano, estaba haciendo todos los méritos a su alcance habidos y por haber, me estaba condicionando con toda su conducta a ser el único culpable si la cosa no salía bien. Subió la escalera delante de mí, y mis ojos se clavaron en sus corvas y lo que se podía ver por encima de ellas. Un calor se me subía a la cara de pensar la enorme decisión que debía tomar sólo unos minutos después: lanzarme o no lanzarme. Por supuesto un rechazo podía traer consecuencias graves para mí en aquellas circunstancias de mi vida, pero pensar el gusto que debía dar tener la verga entre aquellas piernas me hacía olvidarme de todas las contrariedades posibles. Salió de su habitación con el pequeño dormido en brazos y después de acostarlo en otra cama me hizo pasar. Se desabrochaba el vestido comenzando por el botón inferior y rápidamente éste se descolgó de su cuerpo. No llevaba sujetador, sus pechos me parecieron una aparición, grandes, enhiestos, con sus bodes perfectamente curvados y simétricos y sus pezones rosados, centrados en una areola no demasiado amplia, dóciles, tiernos, susceptibles de ser lamidos, mordidos hasta la saciedad. Su braguita era finísima, apenas sí dejaba un triángulo por delante y detrás por el lado del cual salían algunos vellos cortitos y caracoleados. No recuerdo una sensación de fuego como la que me invadió en aquellos instantes, con la escasa voz que me salía del cuerpo le dije, - Échate sobre la cama por favor ...
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