1. Me atraparon y me dejé manosear


    Fecha: 07/03/2018, Categorías: Confesiones Sexo en Grupo Autor: sexual lust, Fuente: CuentoRelatos

    Eran las cuatro de la madrugada, y aquella noche me iba a casa sin haber tenido sexo, lo cual es extraño. Siempre que salgo con mis amigas, vamos cayendo una a una y yo siempre acabo en los WC del local de turno, en una casa ajena, en un coche ajeno, o en algún callejón con cualquier baboso/s que haya conocido esa misma noche. Pero aquella vez me dediqué a bailar, a perrear, a calentar braguetas y a conseguir copas gratis, y para cuando me quise dar cuenta ya cerraba el bar. Como siempre que salgo de fiesta, iba divina de la muerte aunque no recuerdo exactamente cómo iba vestida aquella noche. Pero pongamos que iba con un short vaquero blanco (los shorts y los culottes le sientan muy bien a mi culo, grande y respingón), unas botas de tacón blancas, un top negro y encima una chaquetita blanca, con un coqueto bolso negro colgando del hombro. Dudé si llamar a un taxi o volver a casa caminando, pues me esperaba una andadura de unos 40 minutos, pero me apetecía ir tomando el aire para recuperarme un poco de la borrachera, que no era muy indecente pero me tenía algo mareada, así que me eché a andar. Desde la zona de fiesta en la que había estado, el camino hacia mi piso atravesaba un conjunto de calles que es mejor evitar a altas horas, sobre todo para una chica joven y medio borracha. Lo lógico habría sido dar un rodeo y tardar unos 10 minutos más, pero precisamente la borrachera que me convertía en una presa fácil también me envalentonó, así que pensé “Qué carajo, ¿qué me va a ...
    ... pasar?”. Llegué a una de esas calles, y me cruzaba con hombres solos y en grupos, en cada esquina o en algún banco sentados, todos extranjeros y sin nada que perder, hombres que me miraban con caras que mezclaban desprecio y lujuria, y que a mi paso se decían entre ellos comentarios que me empezaban a inquietar. Sabía que era cuestión de tiempo que alguien me dijera algo, y tomé la determinación de no dejarme intimidar. “Si no huelen el miedo, me dejarán en paz” pensé, y así lo hice. Dos tipos dominicanos, con pinta de chulos o de traficantes de película y sentados en el escalón de un portal me empezaron a decir guarradas, invitándome a mirar lo que tenían debajo del pantalón, preguntándome si no quería probar unas pollas latinas, diciéndome que después yo no iba a querer otra cosa, que era una blanquita con culo de mulata y me lo iban “a ponel colorao”... soltaron un buen repertorio de frases de machito latino, que correspondí enseñándoles mi puño y levantando mi dedo corazón. Entonces recularon un poco, suavizaron el discurso con frases como “no te pongah así mamita”, “sólo ehtamo vasilando”, y me volvieron a invitar a “diveltinnoh un rato”. Yo creía que la victoria ya era mía, así que quise recrearme un poco. Volví sobre mis pasos y me acerqué a ellos. La inquietud que tenía la perdí por completo y me dejé llevar. Me planté de pie delante de ellos y empecé a contonearme, me puse de espaldas, saqué culo y le empecé a dar palmaditas y a sobarlo mientras les miraba y les decía ...
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