1. La montura del caballo (Mi primera masturbación)


    Fecha: 13/03/2018, Categorías: Masturbación Autor: LenaPark, Fuente: SexoSinTabues

    Lena comenta cómo fue su primera masturbación. Comenzando a florecer en el mundo del sexo de la manera más inocente e increíble. Mi padre me había llevado al establo. Yo amaba los caballos y de hecho iba a aprender a montar uno. Me sentía emocionada ya con ocho años de edad, sentía que podía hacer cualquier cosa. Al entrar vi una yegua. Hermosa ante mis ojos, pelo blanco y largo y yo parecía idiota mirándola embobada. Me maravillé y me prometí que algún día montaría en ella. Mi padre me dijo que había dejado una silla como muestra, que fuera, la montara y me imaginara que ya estaba andando en caballo. Yo, como toda niña obediente fui hasta donde me había dicho con una gran sonrisa. Al llegar a una esquina algo apartada de cualquier vista, me encontré con que sí, mi padre ya lo tenía todo previamente planeado. Corrí y con agilidad salté sobre la silla de montar, pero, al caer algo se activó en mí. Allí en ese botoncito que yo ni sabía para qué servía. Una vocecilla en mi cabeza me decía que me meneara hacia atrás y hacia adelante, así como hacían siempre en las películas de carreras a caballo. Así que lo hice. Comencé a moverme hacia adelante lentamente, rozándome bien contra la silla y hacia atrás, repitiendo el mismo movimiento. Sentía rico. Muchísimo. Pensé que eso lo sentían todos los que alguna vez cabalgaban. Al rato llegó mi padre, así que con el cosquilleo aún latente en mi parte baja, dejé que él me cargara y me llevara a cuestas sobre sus hombros anchos. Luego de una ...
    ... semana volví. En toda la semana no se me había cruzado por la cabeza lo que había hecho allí, pero al volver, los recuerdos me golpearon nuevamente y sentí el cosquilleo en ese botoncillo. Quería volver, con ansias a montarme en aquella silla, así que después de despedirme de mi padre diciéndole que me iba a practicar con la montura, corrí como si mi vida dependiera de ello. Al llegar, la sensación se hacía más palpable. Yo intuía que había algo más, algo más profundo que necesitaba terminar. Así que me subí y comencé con los mismos movimientos que la vez anterior. Adelante, atrás. Adelante, atrás. Continuamente. Sentí que el pulso se me aceleraba, que comenzaba el sudor a dejarme perlitas en el rostro, que necesitaba ir más rápido. Algunos soniditos, como quejidos brotaban de mis labios entreabiertos y jadeaba inconscientemente. De repente quería quitarme toda la ropa y montar desnuda en la silla. Eso lo pensé; sin embargo, y por miedo que mi padre viniera, me seguí meciendo en busca de un fin. Creía que lo había, es como si mi cuerpo lo pidiera. Sin remedio me mecí con más fuerza y lentitud. Ahora ya no hacía movimientos hacia adelante y atrás, sino que daba circulitos sobre mi eje. Así se sentía mejor, además que recordé, la otra vez me había lastimado mi “puntito”, como siempre lo había llamado y me ardía, por eso decidí comenzar con el vaivén haciendo círculos erráticos. Algo se comenzó a construir en todo mi cuerpo, concentrándose en mi vientre. Ahora me separé algo de ...
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