1. La montura del caballo (Mi primera masturbación)


    Fecha: 13/03/2018, Categorías: Masturbación Autor: LenaPark, Fuente: SexoSinTabues

    ... la silla y comencé como a cabalgar, irónicamente, la silla. No sabía por qué, pero algo se sentía a punto de quebrarse. Un pequeño gritito afloró de mis labios y terminé rendida encima de la silla. Sentía mi vulva palpitar y yo seguir sudando, ahora en mayor cantidad, como si hubiera corrido un maratón. Esperé un momento, confundida y extrañamente complacida a que se terminaran los espasmos, que en ese entonces no sabía que así se llamaban, para volver a intentarlo. No sabía qué había hecho, pero sabía que volvería a repetirlo. Y como no volvería dentro de una semana, decidí que este día iba a aprovecharlo para seguir sintiendo esa sensación, ese cosquilleo y ese palpitar que justo en ese momento, se me antojaba delicioso. Mi respiración poco a poco volvía a la normalidad y yo me senté firme sobre la silla de montura. Escuché unos pasos firmes cerca y de pronto me sentía nerviosa, satisfecha, pero nerviosa, como si hubiese hecho algo prohibido y de solo pensarlo, sentía nuevamente palpitar mi puntito. Llegó mi padre algo alterado y al verme en la silla me preguntó preocupado “¿Lena, te encuentras bien? Escuché que gritaste”. Yo sólo le dije que me había caído de la silla de montura, pero que ya estaba bien. Él se alegró de que ella estuviera esta vez más cerca del suelo y me revisó antes de decirme que tenía algo de trabajo fuera del establo y que me cuidara, que si necesitaba algo, que no dudara en gritar. Yo sólo le dije que sí y él al rato se fue, dejándome ahí, con esa ...
    ... sensación de necesitar algo más. Aproveché que me mencionó que tenía bastante trabajo y una brillante idea me pasó por la cabeza. Estaría ocupado. Tendría toda la tarde yo solita. El establo estaba solo y mi padre lejos. Así que con una excitación renovada, me bajé de la silla de montar y a paso veloz me despojé de mis ropas, comenzando por la chamarra y después el vestido que traía, que había elegido sin saber que volvería a montar en la silla, luego vino la parte más pudorosa de mi ser. Adiós bragas. Aproveché para experimentar la zona y la noté algo sonrosada. La zona libre de vellos púbicos. Separé con mis manos los labios vaginales y metí mi mano explorando, tanteando, el terreno desconocido. Me gustó, sentí un líquido mojarme la mano y casi me asusté, pero al sacarla y llevarla a mi rostro, pude ver que no era sangre, era algo transparentoso y viscoso. Sin mucha importancia seguí explorando y cuando toqué el puntito, ahí, donde sentía generalmente los corrientazos, sentí mis piernas temblarme. Quise algo más. Así que comencé a mover mis deditos, primero sin saber qué hacer y luego repitiendo el proceso que hice en la silla, también en círculos y al final, terminé tumbada en el heno con las piernas completamente abiertas y sin poderme contener más, esta vez cuidando no gritar, me dejé ir, pero no paré, al contrario de la otra vez, seguí y sentía como mi cuerpo entero convulsionaba de esa sensación que me llenaba y a la vez me hacía vaciar por completo. Pasé toda la tarde ...