1. Confesión de un infiel (2)


    Fecha: 20/03/2018, Categorías: Infidelidad Hetero Autor: AMorboso, Fuente: CuentoRelatos

    ... a reír. Él no se dio cuenta, yo dejé al niño y le pedí que fuésemos a tomar unas cervezas para celebrarlo. Casta debía sospechar algo, pues mi insistencia por follar con ella había casi desaparecido. Un día me preguntó que si tenía a otra para atenderme en la cama. Yo se lo negué. Ante su insistencia de por qué no quería saber ya nada con ella casi nunca. Tuve que decirle que debía ser el estrés que me producía el trabajo, porque, al llegar a casa, no tenía ganas de nada y que, así como antes me masturbaba a menudo, ahora ni de eso tenía ganas y que si alguna vez lo intentaba, no conseguía llegar al orgasmo, y a veces ni se me ponía dura. -Eso es un castigo de Dios, por cerdo, fornicador y pecador… Eso, y varias cosas peores más, fue su comentario a mi respuesta. No sé si era por espíritu de contradicción, que cuando le insistía, me lo negaba y ahora que no se lo pedía, daba la impresión de que era ella la que quería. No obstante, si alguna vez lo volví a intentar, siguió negándomelo. Aprovechaba cualquier oportunidad para poner en contra mía a mí hija. Me insultaba y nos entablábamos en largas discusiones, llenas de reproches, que no llevaban a ningún lado, pero que iban minando el amor de mi hija hacia mí y acercándola más a ella. También empezó a tergiversar mis caricias y juegos con mi hija, para decirme que estaba abusando de su pequeña, que era un pervertido y amoral, Con quince años, fue enviada a estudiar a un colegio en Suiza, por deseo de su madre y de ella, para ...
    ... que estuviese más lejos de mí. Ya no volví a saber de ella hasta su graduación. Me enteré porque Casta dijo que se iba una semana a Suiza para el fin de curso. Conseguí averiguar la fecha llamando directamente al colegio, y estuve presente, oculto entre el numeroso público. Al terminar el acto, todo el mundo salió al jardín. Las vi a ambas hablando e intenté acercarme, pero me vieron y, dándome la espalda, se fueron en otra dirección. Jamás salió el tema de por qué había ido ni nada de nada. Al día siguiente de volver mi mujer, me dio las instrucciones para transferirle todos los meses una importante cantidad para poder mantenerse hasta que encontrase trabajo. Ya no volví a saber de ella hasta que renunció a su renta. Mientras tanto, lo mío seguía adelante. Los niños iban creciendo y yo los disfrutaba, más como abuelo que como padre, pero ya era mucho para mí. Y ellos me querían más como padre que como abuelo. Cuando yo tenía 55 años, Casta enfermó y murió. Fue muy rápido. No se arrepintió de la vida que me había hecho llevar, ni de los insultos, vejaciones y tergiversaciones. La acompañé en su lecho de muerte, pero no le dije una sola palabra. Ante los demás, estuve todo el tiempo a su lado, pero en realidad, murió sola. Entonces me di cuenta de que mi corazón y mi amor por ella, se habían quedado totalmente fríos. Tampoco informé a mi hija porque no sabía dónde estaba. Luego me lo echaría en cara. También siento decir que su muerte fue más una liberación que una pena. A ...
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