1. Mariel, mi madrastra puta


    Fecha: 21/03/2018, Categorías: Incesto No Consentido Autor: Carlos Zeta, Fuente: CuentoRelatos

    ... exquisita. Me masturbaba al mismo tiempo que chupaba el glande con vehemencia. Eyaculé en su cara mientras ella seguía estrujándome la pija, hasta que quedó flácida. β€”¿A dónde vas zorrita? β€” pregunté, cuando se disponía a irse. β€” A bañarme y a dormir. β€” dijo, mirándome indignada con su rostro enchastrado de mi semen. β€” No veo la hora de que te vayas. β€” agregó. β€” La que se va a ir vas a ser vos. β€” le dije. β€” y no te vas a ir a dormir todavía. Quedate con la cara así de sucia, que me gusta cómo te queda. β€” Estás enfermo ¿sabías? β€” dijo. Pero a mi no me importaba lo que ella pensara. β€” Vení para acá. β€” la agarré del brazo y la llevé hasta la cocina. Agarrándola del culo la subí para que se sentara sobre la mesada. Metí la cabeza entre sus piernas y comencé a devorarle la concha. β€” Qué rica estás mamita β€” le dije y seguí chupando un rato, para luego interrumpirme y decirle. β€” ¿te gusta que te diga así? ¿Mamita? ¿Mami? ¿Esas cosas te ponen cachonda? Sos una perra alzada. β€” succioné su clítoris con fruición, y por primera vez noté el sabor de sus flujos. β€” ¿ves que te gusta, zorra? Aquí tenemos la prueba de que sí te gusto. β€” dije, y seguí chupando. Lo hice durante mucho tiempo. No pensaba dejar de hacerlo hasta lograr que acabe. De esa manera nunca más podría acusarme de que yo la obligaba. Por fin logré darle un orgasmo cuando los rayos del amanecer se filtraban en la cocina. β€” Ahí tenés puta. Ya ves que estás descubierta. Sos una zorra calentona. Si cogés con el hijo de tu ...
    ... futuro marido no me imagino las cosas que harás fuera de casa. Pero todavía no había terminado con ella. La llevé hasta el comedor, no sin antes agarrar de la heladera un pote de miel, y una zanahoria. Le ordené que se acueste sobre la mesa. Lo hizo a regañadientes. Le quité el corpiño y le llené de miel las tetas. Acto seguido, empecé a chupetearlas con violencia. Estaban deliciosas. Cuando ya dejaban de saber dulces, le untaba más miel, y seguía devorándola. Esa madrugada, Mariel era mi alimento. Agarré la zanahoria y se la metí en la concha. Jugué con eso un rato mientras seguía degustando sus gomas. β€” Tu papá se puede despertar. β€” dijo ella. β€” Sabés muy bien que papá es un reloj. No se despierta hasta dentro de una hora. β€” Entonces apurate, por favor. Escarbé su sexo con la zanahoria, y luego, la retiré con cuidado de que no se rompa y quede un pedazo adentro. La parte que había entrado en ella estaba mojada por sus flujos. Yo le acerqué la zanahoria a la boca. β€” Mordela. β€” dije, y Mariel mordió. β€” masticala. β€” agregué, y ella lo hizo. β€” tragala. β€” ordené, y ella obedeció. Luego me desnudé, y me subí a la mesa, y me cogí a quien pretendía ser mi madrastra en la misma mesa donde todas las noches comíamos junto a mi padre. 10 Unos días después mi viejo, apesadumbrado, me contó que Mariel había suspendido el casamiento indefinidamente, y se había ido de casa. Necesitaba tiempo para pensar, dijo. Pero creo que ambos sabíamos que no volvería. Estuvo unos meses triste, pero no cayó ...