1. El amor de mi esclava


    Fecha: 28/04/2018, Categorías: Dominación BDSM Autor: charlygaucho, Fuente: CuentoRelatos

    ­ Introducción Mentiría si dijera que es fiel reflejo de la realidad. También mentiría si afirmara que es pura fantasía. Posiblemente sea un trozo de realidad matizado por el peso del tiempo sobre los recuerdos y adornado por una febril imaginación. Es mi primer relato. Tal vez sea el último, no lo sé. No soy un escritor, sólo intente plasmar en letras un sentimiento, un conjunto de sensaciones arrastrado por los años. Quienes quieran opinar acerca de este relato pueden contactarse conmigo a charlygaucho@gmail.com. Dudé mucho acerca de la categoría del relato. “No consentido” no era, pues todo lo que sucedió fue aceptado y consentido. “¿Dominación? ¿BDSM?” Esta historia tiene de ambas. “¿Grandes relatos?” (Grande por la extensión no por la calidad), no lo sé. Al comenzar una historia uno no sabe cuán larga o grande va a ser. Al final, dejémoslo en “Dominación” que parece el más apropiado. Aquí debo seguir las palabras que utilizara “Amo Barcelona” en la introducción del primer capítulo de su relato “Historia de una esclavitud”, ya que las mismas desarrollan perfectamente mi forma de pensar y de sentir frente a estas situaciones. “Antes que nada debo aclarar que la esclavitud, como tal, siempre me ha parecido un concepto repugnante. Estoy absolutamente convencido de que nadie tiene derecho a imponer su voluntad y hacer de la vida de otra persona su forma de supervivencia. También me repugna la violencia y no obstante ciertas prácticas de dominación la contemplan. ¿Existe una ...
    ... esclavitud consentida? Quizás. Cuando ejercemos nuestro poder contra la voluntad de alguien es cuando el acto se convierte en algo reprobable y repugnante pero cuando ejercemos nuestra voluntad con total consentimiento de nuestro ‘contrincante’ es entonces cuando la esclavitud o la violencia deben ser medidas con otro rasero. Un rasero que sigue siendo moral y cultural, aunque puede permitir el uso de ciertas prácticas. Así, de esta manera, nuestro cerebro (nuestra moral, nuestra educación) acepta unas prácticas que en ninguna otra circunstancia permitiríamos. Es como cuando estamos haciendo el amor con nuestra pareja y nos grita ‘pégame’ o ‘átame’. Es, en ese momento, cuando el sentido de la bofetada o tener a alguien atado pasan a tener un sentido totalmente diferente. Es entonces cuando nuestra mente acepta esas transgresiones.” Este autor agrega, en el mismo relato, como cierre de su capítulo final que “lo que también deberíamos recordar es que cada persona es diferente y que todas las decisiones son respetables siempre que estén escogidas desde la absoluta libertad”. A todo este conjunto de tan apropiadas palabras, sólo me resta agregar que -desde mi propio punto de vista y en función de mis propios valores- aún en esas situaciones excepcionales, donde el sometimiento voluntario lleva a la realización de estas prácticas que si no existiera consenso serían totalmente reprobables, existe un límite absoluto el cuál, ni aún con acuerdo del sometido, se puede traspasar. Ese ...
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