1. Dulce venganza


    Fecha: 15/05/2018, Categorías: Infidelidad Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... Con su mano derecha cogió mi falo, lo acomodó en la entrada de su vagina y comenzó un exquisito descenso hasta que solo los huevos le quedaron de fuera. Enloquecida de excitación, inició una cabalgata que la llevó a no menos de tres orgasmos consecutivos que la hicieron pegar unos gritos como yo nunca había escuchado a una mujer en pleno acto sexual. Cuando se dio cuenta de que mi verga estaba a punto de estallar, paró la cabalgata, se sacó mi aparato y se puso "de perrito". "Quiero que me culées", me ordenó, pero espero la leche en mi cara. Esa instrucción me recordó una vieja frase que dice: "sí es una orden, que se cumple; si es castigo, eso y más merezco". Más tardó ella en colocarse en cuatro patas, que yo en tenerle totalmente metidas mis 10 pulgadas de carne en el culo. Le había metido toda la verga por el ano y ella apenas dio un par de quejidos. Luego me enteraría que la muy puta engaña a mi hermano con sus instructores de tenis y de gimnasio, pero no deja que la cojan por la vagina, "porque por allí le soy fiel a mi marido". Pero eso es bronca de ellos. Yo me di gusto metiendo toda mi verga en ese culo durito que la muy puta sabe usar a a perfección, pues forzaba el esfínter para apretar mi mástil. Estimulado de esa manera, no duré más de cinco minutos cogiéndola por el culo hasta que ella ...
    ... sintió que estaba en mis últimos segundos y se zafó. Solo para ponérseme de rodillas frente a mi, con sus lindos labios abiertos, la lengua de fuera y viéndome directamente a los ojos, lista para recibir los borbotones de leche que brotaron por el agujero de mi glande. Buena parte de mi leche se la tragó sin hacer gesto alguno y otra parte quedó plasmada en su carita. Nos vestimos inmediatamente. Yo volví a mi silla y ella subió a la habitación. Instantes después entraba doña Coty, con las cervezas en la mano, pero con una sonrisa irónica en sus labios, sumada a una bien pronunciada frase de "¿me tardé mucho?", que me hizo pensar que fue testigo de todo, pero no quiso interrumpir la tremenda cogida que le daba a su patrona. Clara bajó unos minutos después. Me acompañó a acabar de cenar y luego me acompañó a la puerta de salida donde, cuidando la mirada de algún vecino curioso, le dio un agarrón de verga, al tiempo que me decía: "por qué te ‘aventaste’ hasta ahora, pendejo". La verdad, haberme cogido a la esposa de mi hermano me hizo sentir cierto grado de pena, pero la satisfacción, como lo dije al principio del relato, fue doble: me vengué de las chingaderas que nos hizo cuando niños y fue la primera de la más de una docena de veces que nos hemos ido a retozar a un motel de paso. Hasta la próxima. 
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