1. El facilitador- Historia de Ana y Andrés I. Bisexual


    Fecha: 25/05/2018, Categorías: Dominación Autor: Anónimo, Fuente: SexoSinTabues

    El facilitador es un hombre que hace la vida de los ricos más placentera. Ana y Andrés tienen una historia en común, y no es su matrimonio exactamente. En estos capítulos conocerás sus historias. -Hace algunos meses- En algún momento sucede y cuando le sucede a gente como él, no suele ser fácil. La culpa les corroe el placer nuevo y les invade una suerte de vergüenza que los vence. Pero no les va a ganar por siempre, cada día será más fácil alcanzar el deseo y el placer de obtenerlo comenzará a cubrir su cuerpo. Lo he visto demasiadas veces en estos años. El, Agustín, sintió el placer sin permitírselo, fue como una bocanada de aire entre tanto ahogo. Yo sabía que lo conseguiría, quizás el brillo de sus ojos, o la energía de su cuerpo lampiño y armónico. No lo sé, pero lo sentía. Cuando nos presentaron, sabíamos los dos que teníamos un trabajo por hacer. Lo llevé a mi casa, donde mi esposa nos esperaba para comenzar la placentera tarea. Esa primera vez, después que Agustín penetrara a mi novia con su pene recto, normal, algo moreno. Me afirmé detrás de él y con solo rozarle mis dedos llenos de crema en la redondez de su ano, su lívido se desvaneció y sobrevino un tímido forcejeo. Lo inmovilicé de inmediato, mientras mi esposa lo atenazaba con sus piernas y brazos sobre el sillón. Le hice sentir con rudeza mis 22 centímetros en dos estocadas, donde mi ancho pene de 7 centímetros arrasó con su voluntad. Mi esposa le susurraba palabras bonitas, mientras el sentía como lo ...
    ... clavaba fuertemente, paralizado por mis musculosos brazos que lo sostenían fuerte, tan fuerte como entraba mi miembro por su ano. No era la primera vez que alguien lo intentaba, pero si, era la primera vez que alguien lograba colmarle su culo redondo y lampiño con un grueso pedazo de carne. Pero de esos días a estos, Agustín ha progresado, en contra de sus represiones. La última mañana se fue comportando con mi novia y conmigo como se esperaba. Si le indicaba con una pequeña seña que debía colocarse en mis entrepiernas y sacarme la pija para que la mame, lo hacía con obediencia correcta. Con mi novia, con quien pasaba más tiempo, fue transformándose en un gatito amable y educado, aceptando, incluso la imposibilidad de usar su pene para nada más que para hacer sus necesidades. Había conseguido en esos días tener orgasmos, de rodillas entre las piernas de ella, pasando su lengua húmeda por la vagina, mientras ella miraba la televisión despreocupada por placeres ajenos. Su buen comportamiento le permitió utilizar a veces su miembro y él lo agradecía con un empeño notable. Lo más complejo fue que él pudiera penetrar a mi esposa en mi presencia y dejarse penetrar en presencia de ella o a solas. Si bien nunca contemplé sus súplicas, debía obligarlo brutalmente para que se comportara en la intimidad conmigo como debía. Pero poco a poco fue entregándose. Al comienzo por miedo, a mis golpes o a los latigazos de mi esposa, pero gradualmente comenzó a despertarle el placer. Porque su placer ...
«123»