1. Una tarde poco tranquila...


    Fecha: 13/07/2018, Categorías: Hetero Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... cercanos que se dejaban lamer las que se escurrían por las comisuras. Un susurro final en su oído le advertía de la llegada de tan esperada explosión, no podíamos más, el cuerpo tiritaba, vibraba por la guerra de sexos, las contracciones eran tan fuertes como si una campana sonara dentro de mí, mientras él escupía con intermitencia dentro de mi culo todo el semen acumulado, llenándome de su pastoso flujo sin darme tregua a poder palpar con mis manos el proceso de vacío. Los dos ya inmóviles sentíamos, silenciosos la calma de dos corrientes marinas enfrentadas pero conformes a llevarse bien, aliviados ya, separamos lentamente nuestros cuerpos para volvernos a juntar con un agradecido abrazo, sintiendo la satisfacción de habernos ayudado a llegar al placer más absoluto y colocándonos así una sonrisa que sin duda nos duraría un sin fin de días. Le ayudé a ponerse esa camiseta amarilla que se le ajustaba tan bien al cuerpo, me ató el sujetador que recogido del suelo casi formaba parte del paraje en el que nos encontrábamos, la camisa semi-abrochada dejaba ver mi canalillo al agacharme para ponerme mis bragas, mientras se colocaba los pantalones en la cintura, observaba fijamente por si mis pechos volvieran a tomar vida propia . Sin demora avanzamos hacia el ...
    ... abandonado coche, nos volvimos a abrochar nuestros relajados cuerpos con el cinturón, que servía de separación física pero el habitáculo era pequeño y nuestra satisfacción con aroma a sexo se podía oler claramente, el anochecer primaveral que nos acompañaba, dejaba una luz tenue alrededor, ambientando los pensamientos que volaban por nuestras mentes, nos miramos una última vez agradeciendo sin mediar palabra el frenético día pasado. Cerré los ojos en un intento de despedir con un beso al hombre que ese día me regaló la mejor de las sonrisas y al volver a abrirlos para ver su cara por última vez figuraba una pared, la misma pared que me despertaba todas las mañanas, el mismo olor a suavizante que envolvía mis sábanas y el mismo ruido al pasar de coches que habitualmente pasan por mi calle, pero sentía calor y no era el mismo que todos los días. Un brazo envolvía mi cuerpo desnudo, su pene se hundía con ligeros movimientos entre mis muslos, inmóvil deje hacer entonces supe que mi fantasía no sería solamente parte de la vida de mi imaginación sino que la haría parte de mi propia vida para que todas las sonrisas que como en aquel momento se estaba engrandeciendo la pudiera llevar siempre conmigo sin necesidad de cerrar los ojos para regalarme un gozo semejante. FIN 
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