1. Deliciosa sobrina (I)


    Fecha: 14/07/2018, Categorías: Incesto Masturbación Autor: dandar, Fuente: CuentoRelatos

    A las 23.50 estaba acostado en mi cama cuando escuché el alerta en el smartphone. Sele había empezado a masturbarse. Me levanté, desnudo, para sentarme frente a la computadora y ver mejor. Contemplé el delgado cuerpito de mi sobrina, metiéndose un grueso consolador por el culo. Ella ignoraba que había colocado cámaras de video con sensores en su dormitorio, las cuales transmitían en vivo las excitantes imágenes a mi celular, desktop y notebook. Como otras veces, disfruté mirándola, pajeándome a su ritmo. Sele se hospedaba en mi casa desde una semana atrás. Su llegada obedeció a que su hogar estaba en un pueblo distante más de 300 kilómetros de la universidad, en donde comenzó a estudiar Abogacía. Era huérfana de padre, muerto en un accidente cuando ella tenía doce años, y su madre, mi hermana menor, me había pedido si podía alojarla. Yo, hombre de 52 años, buen aspecto, divorciado, abogado, vivía solo en una casa grande. Pese a que la convivencia modificaría mi vida, no podía negarme. Además de la obligación familiar, el recuerdo de la linda sobrina (la última vez un año atrás) despertó mi interés. Efectivamente, al entrar a mi vivienda advertí que se había convertido en una hermosa, sensual y tímida jovencita. Morena, rostro bonito, menuda y esbelta, sus pechos eran chicos pero paraditos, y destacaba su culo bien formado, redondo, firme. Precisamente, doce meses antes, al visitar a mi hermana, saqué algunas fotos de Sele en bikini, metida en una pequeña pileta. Sus nalgas ...
    ... perfectas me maravillaron; la breve telita de la tanga hundida en su rajita lograron excitarme y provocarme una evidente erección. Ella se dio cuenta, me sonrió y paró más su culito. Aquella tarde me calentó tanto la pendeja que me escabullí para mirar las imágenes tomadas y pajearme. Tímida y sexy Desde el primer día la convivencia con mi sobrina fue excelente. Ella era muy educada, amable y silenciosa. Debido a su estudio y mi trabajo, sólo nos veíamos en el desayuno y a veces -cuando no me reunía con amigos o salía con alguna amiga para coger- en la cena. Me gustaba estar con Sele. Hablar con ella, y sobre todo, mirarla. Además de ser una jovencita bonita, sus recatados modos no podían evitar el sensual encanto que transmitía. Al tercer día, de noche, la animé a andar cómoda, vistiéndose como en su casa. - Si querés andar desnuda, no hay problema; soy tu tío, ¡y encima, viejo! – le dije. - ¡Vos no sos ningún viejo! – protestó sonriente. Y agregó: En casa, cuando me quedaba sola, andaba sin nada encima… ¡Me encanta! No sé, es como sentirme libre. Y seguro que vos, antes de que te invada, andabas desnudo… Sus palabras encendieron mis deseos. Se me ocurrió que me había lanzado una indirecta. Me atreví a dar un paso: - Si, tenés razón; hasta que llegaste siempre estaba desnudo. Ahora solamente me acuesto así. Pero no te preocupés; una vez que a vos no te de vergüenza de estar sin ropa, yo volveré a andar en bolas… - sostuve jocoso. - Tal vez… - dijo con cierto misterio. - Bueno, ...
«123»