1. Intrusa en la noche de bodas


    Fecha: 05/10/2017, Categorías: Infidelidad Autor: Iría Ferrari, Fuente: CuentoRelatos

    ... que se me eriza todo el vello y me recorre un escalofrío por la espalda. Sé que no debo, aquello no está bien, pero llevo todo el día imaginando y pensando en cómo sería la situación erótica, entre aquel hombre y yo. Quizás el alcohol que me tomado está engañando a mi cabeza, pero, deseo tanto a ese hombre que no puedo disimular mi cara de satisfacción. —La gente no va a notar tu ausencia, van demasiado borrachos. —Te espero afuera en el jardín, ven a buscarme. (Le digo). Y camino sobre el césped exterior, dejando un rastro de mi perfume, con mis zapatos en la mano. Minutos más tarde, sentada en un banco, alejada de la muchedumbre de la fiesta, entre flores, admiro la noche estrellada de verano. Aparece él, tan guapo con su corbata azul que ahora sujetan sus manos, para sentarse junto a mi, silencioso. Desliza la seda de la corbata por mis muñecas, sin pronunciar palabra. Las anuda al banco, y yo me dejo hacer. De sobras, sé bien lo que me espera y lo deseo con toda mi ansía y mi cuerpo. Me encanta la situación y en ese preciso momento no me paro a pensar en que nos puedan sorprender. Atada sin poder moverme, sobran las palabras, el silencio impera en ese instante, solo nos interrumpe un grillo nocturno, testigo de lo que va a suceder. Se arrodilla ante mi, (me siento cual diosa que hay que venerar) para subir suave y despacio mi vestido por mis piernas, la seda escurridiza y sus manos me ponen más caliente. Besa mis pantorrillas, las lame, sigue subiendo y arranca sin ...
    ... compasión el tanga minúsculo que llevo debajo, en un movimiento seco y rápido. Me despoja de él y con un guiño en su mirada, lo guarda en su bolsillo, como, si de un trofeo fetichista se tratará, apreciando el aroma impregnado de mi vagina. Sus dedos se introducen en ella, para entrar y salir a su antojo, haciendo círculos en mis labios y clítoris. Me muero del morbo y del placer. No quiero gritar por no alertar a nadie, pero se me escapan los gemidos. Me masturba de tal manera y dedicación que no conocía hasta ahora y me corro en apenas 2 minutos. (No puedo evitar pensar en ese momento): —Yo aquí muerta de gusto, y la mujer de este señor está durmiendo plácidamente. (¡Podéis llamarme mala!) Pero eso es lo que me excita de la situación, lo prohibido de ella. Así que ahora satisfecha, llega mi turno de acción. Pienso recompensar toda esa generosidad por parte de él hacia mi cuerpo. Lo siento en el banco, para subirme a horcajadas sobre él, como si fuera una amazona experta a lomos de un caballo desbocado. Introduzco su miembro erecto dentro de mi coño remojado por la masturbación que él me ha propinado, ardiendo del deseo. Su cara de felicidad y placer, no es comparable con nada. Gime como un niño con cada embestida de mis caderas. Sonrío satisfecha y me agarra por las nalgas, con sus fuertes manos, apretando, para llevar el ritmo y notarlo muy adentro. Sin parar no dejamos de movernos mutuamente, besando nuestras bocas y mordiendo nuestros cuellos. Termina por quitarme del todo el ...