1. Visitas a mi vecino (El primo Ariel)


    Fecha: 29/08/2018, Categorías: Gays Autor: dont343, Fuente: CuentoRelatos

    ... seducir. Por fin, estaba en su casa... Después de estar varias semanas yendo y viniendo a ese parque, había conseguido que sucumbiera a la verborrea con la que había tendido su tela de araña. Antes de que se diera cuenta de lo que hacía subido en ese banco, para cambiarse y volver a casa, después de jugar el partidillo de los miércoles, sintió que ese señor empezaba a acariciarle entre las piernas, mientras le animaba para que fuera a comer con él a su casa. Alex, conocía a la perfección la situación en la que estaban Ariel y su madre desde que el sinvergüenza de su padre los abandonó. El chico, casi siempre, estaba solo. Y él, que vivía justo en el edificio de enfrente, le espiaba con sus prismáticos casi todos los días. A la hora de la siesta solía pasearse en calzoncillos por toda casa sin reparar en que las ventanas, generalmente, estaban abiertas. Su madre las había dejado abiertas para favorecer la ventilación de la casa. Una de sus manías. Y claro, así fue como supo de su existencia. Cuando le vio, llamó poderosamente su atención. El chico sabía que le espiaba; lo había descubierto hacía ya tiempo... y le gustaba, le excitaba mucho. Por eso, algunos días se dejaba ver con más atrevimiento. Y él sabía que estaba encantado; era evidente… … si no, no le daría esos espectáculos. Últimamente, se lo encontraba todos los miércoles en el parque, sentado muy cerca del banco en el que se cambiaban para jugar; y sabía perfectamente que ese era el señor que le espiaba desde el ...
    ... edificio de enfrente. Pero eso, no solo no le molestaba, si no que le excitaba a tope. Disimulaba, comportándose con naturalidad, como si no supiera de él; alguien le había dicho que era entrenador de un equipo de fútbol; y quizás le propusiera algo interesante. Cuando todos habían terminado de cambiarse, y ya se habían ido… el continuaba subido en ese banco cambiándose… como si esperara algo; y Alex aprovechó para sentarse en el mismo banco y armándose de valor, alargar la mano, mientras estaba en calzoncillos, para acariciarle entre las piernas. Jamás había sentido tanta excitación... - ¿Tienes hambre?... Y miró el reloj - ¡Claro!, que preguntas tengo. Son ya las 14:30… ... ¡te invito a comer!. Ariel le miró, curioso - ¿Que tienes? - ¡Nada especial!... solo unas hamburguesas que he comprado en el mercado esta mañana… - ¿Si?… ... ¡me encantan!… pero la mía la quiero con patatas fritas ¿vale?… ¡nada de lechuga!… solo tomate y cebolla... Alejandro se maravilló del brillo de esos ojos cuando respondió a su invitación; y se tomó la libertad de cogerlo por la cintura - ¡Qué lindo eres, muchacho!... ¡nada de lechuga, te lo prometo!... No podía dejar de mirarle; y no acertaba a levantarse. Le tenía cogido por la cintura y bajó un poco las manos para sentir esa curva que conecta con las nalgas. - ¡Oye!, ¿te puedo pedir algo? Ariel, le miró y se temió alguna travesura - ¿Te vienes conmigo a casa? - ¡Claro!… me has invitado a comer ¿no? - ¡Ya sabes cómo me gusta verte, chico… Y Ariel, ...