1. Una historia de amor filial


    Fecha: 09/10/2017, Categorías: Incesto Autor: barquidas, Fuente: RelatosEróticos

    CAPÍTULO 1º Elena, luciendo gafas oscuras y a paso rápido, entró en la planta de oficinas de la empresa. Pasó ante el despacho de dirección sin siquiera mirar hacia allí y siguió hasta su despacho. Entró, se llegó hasta el sillón del despacho y se dejó caer en él. Se quitó las gafas y cerró los ojos. Así, con los ojos cerrados y casi desmadejada, dejó pasar los minutos… Se sentía francamente mal. No había podido dormir en toda la noche por lo ocurrido dos días antes, en el viaje que Daniel y ella hicieran a Barcelona por asuntos de negocio, y que derivó en lo que derivó. Estaba más agotada que cansada, además de dolida y hundida. Se sentía vejada, humillada… Muy, muy humillada. Y muy, muy enfurecida por la afrenta recibida, la peor que cualquier mujer pueda sufrir, ser violada… Y por Daniel, por quien más quería y menos podía esperárselo… ¿O sí?... El la había tratado de puta; puta de la más baja estofa… Había visto el odio en sus ojos… Un odio mortal, inmenso… Sí, ese odio, esos insultos, todo eso se lo había ganado a pulso… Toda su vida había sido una puta, una ramera… Y ahora lo seguía siendo… Ramera fue antes de ayer, con aquel medio caribeño medio italiano, el Humberto de irrecordable apellido. El la había acusado de meterse en el wáter con el Humberto y “mamársela”, pero ella lo había negado. Había jurado por todo lo jurable que tal cosa no había pasado, que entre el Humberto y ella nada sucedió; pero afirmó y juró en falso pues entre ella y el semi caribeño, semi ...
    ... italiano pasó de todo, desde la “mamada” en el wáter hasta uno de los más salvajes sexos que en su vida disfrutara, pues el llamado Humberto era, en verdad, un “máquina” dando placer a una mujer. Es más, el entre americano e italiano le había propuesto seguir viéndose y ella había aceptado, pero esto Elena se guardó muy mucho de decírselo a Daniel. Elena entonces recordó lo que minutos antes se dijera: Que Daniel era lo que más quería, pero… ¿Era eso cierto? Realmente, en su vida, ¿había querido de verdad a nadie? Por una vez en su vida fue franca consigo misma, pero es que también era la primera vez que sin ambages miraba en su interior, escarbaba más allá de la materialista y superflua superficie de su existencia. No, a nadie quiso nunca; a nadie, excepto a sí misma; a sus propios deseos y designios. No quiso a sus padres, cuya sangre corría por sus venas; ni siquiera a Daniel, sangre de su sangre, hijo que parieron sus entrañas; mucho menos al otro Daniel, padre de su hijo y marido que la desposara cuando ella era una jovencita de poco más de dieciséis años. Entonces ella era secretaria de última fila pero con ambición; ambición de lograr una vida muelle y dinero a manta a costa de lo que fuera menos de trabajar. En su mente, una idea bien clara: El camino más rápido para lograr tal meta, “camelar” a un millonario hasta que la hiciera su esposa. Sí, su esposa, pues ser sólo “la otra” no salía a cuenta: A la postre, la única liquidez algún que otro regalo caro, algún que otro ...
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