1. C. E. S.


    Fecha: 03/10/2018, Categorías: Sexo en Grupo Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... país hispanoamericano, y que la vivienda estaba cerrada desde hacía dos años, aunque él tenía el encargo de hacerla limpiar cada tres meses. No creía que tuviera intención de vender. Así es que me quedé como estaba, recelando, después de esa conversación, que se tratara de una broma. El mismo viernes por la mañana, tenía otro mensaje en mi correo:"Te recordamos que esta tarde a las 4 estás invitado a la sesión del CES. No faltes". Me fascinan los misterios y las aventuras. Y si alguien quería hacerme objeto de una broma, ya encontraría la forma de hacérselo pagar caro. Desoí la voz de la prudencia, que me decía que podía tratarse de algo peligroso, y aquella tarde, a las 4 en punto, estaba ante la puerta de la verja. La situación de la casa parecía como hecha a propósito para conservar el anonimato de sus moradores y visitantes. Se trataba de la última vivienda de la calle principal, separada de la colindante por una franja de terreno de propiedad común, poblada de frondosos árboles. En la otra parte de la calzada, había dos parcelas aún no construidas. Y un tupido seto ocultaba el interior de las miradas indiscretas de los posibles paseantes. Pulsé el botón del portero automático. No hubo respuesta, pero escuché el sonido del pestillo eléctrico que me franqueaba el paso. La puerta de la vivienda estaba ligeramente entreabierta. Después de golpear en ella con los nudillos un par de veces, me decidí a entrar, no sin un cierto escalofrío de... ¡caramba!, temor, por qué no ...
    ... confesarlo. Pero mi curiosidad era demasiada como para marcharme sin averiguar de qué se trataba. La primera puerta a la izquierda, de doble hoja, estaba abierta de par en par. Me detuve en el umbral, y miré hacia su interior. Me quedé pasmado. Se trataba de un salón de grandes proporciones. Dentro, había tres mujeres, cuyas caras estaban maquilladas con complicados diseños de diversos colores, que las hacían prácticamente irreconocibles, sobre todo en la semipenumbra de la habitación. Y la pintura era lo único que tenían sobre sus hermosos cuerpos. Todas ellas estaban completamente desnudas. Había una rubia natural -deducido por el pequeño mechón de vello que había en su pubis- aunque su cabello, posiblemente una peluca, era de color castaño. Mostraba un cuerpo de los que se hacen a costa de muchas horas de gimnasio, con unos pequeños pechos que se erguían desafiantes. Otra, situada de pie al lado de la anterior, era una de esas mujeres que logran que las sigas con la vista, aunque estén completamente vestidas. Morena, tenía un cuerpo pleno, de senos grandes sin exageración, amplias caderas, muslos incitantes, brazos y piernas muy bien formados y rotundo trasero. La tercera, algo más baja que sus compañeras, era algo rellenita, aunque perfectamente proporcionada, con un gracioso cuerpo muy agradable de ver. Sus pechos eran los más grandes de las tres, sólo muy ligeramente caídos. Tenía el sexo completamente rasurado, lo que podía observarse porque, sentada en una butaca con una ...