1. C. E. S.


    Fecha: 03/10/2018, Categorías: Sexo en Grupo Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... colocó sobre mí, sentándose sobre mis muslos, después de que mi falo sujeto por sus dos manos, se introdujera totalmente en su interior. Sus caderas empezaron entonces a moverse rítmicamente adelante y atrás. Las otras dos hermosuras se habían arrodillado a nuestros costados, y sentía sus lenguas recorriendo mi pecho, mis caderas, mis muslos. De cuando en cuando, notaba sobre mi boca unos labios, carnosos unas veces, más delgados otras. Y sus ligeros gemidos me indicaban que sus manos no se mantenían ociosas. Las mías, estaban muy ocupadas en los preciosos pechos que se bamboleaban sobre mí, con los movimientos de la que tenía agradablemente alojado mi excitado pene en su vientre. En un momento determinado, mi amazona se tendió; sus manos pasaron por detrás de mi espalda, abrazándome, y redobló la intensidad de sus movimientos, en las contracciones de un nuevo orgasmo, al mismo tiempo que mi eyaculación inundaba su interior, y mis jadeos acompañaban a sus gemidos de placer. Después, y durante unos minutos, dos de ellas acostadas sobre la alfombra, otra arrodillada encima de mi cabeza, se dedicaron a acariciarme suavemente con sus bocas y manos, mientras yo lamentaba la falta de más miembros, que me permitieran gozar del tacto simultáneo de ...
    ... aquellos tres maravillosos cuerpos. Finalmente, se levantaron. Y, del mismo modo que me habían desnudado, procedieron a vestirme, acompañándome hasta la salida, en la que me despidieron con tres intensos besos. Yo, que estaba recuperando mi erección con los abrazos, el roce de sus encantos desnudos, y la sensación de tres maravillosas nalgas entre mis dedos, intenté de nuevo entrar, pero me empujaron suavemente fuera, cerrando la puerta. Estuve esperando, oculto entre los arbustos, la salida de las tres mujeres. ¡Tenía que averiguar quiénes eran!. Casi una hora después, acalambrado por la inmovilidad, decidí que de alguna manera habían conseguido escabullirse. Rodeando la verja, descubrí una puerta trasera, por la que probablemente habían escapado sin que yo las viera. De camino hacia mi casa, vi venir en dirección contraria el coche del administrador. Se detuvo a mi altura, bajó el cristal de la ventanilla, y me miró con sorna:- Quizá convendría que se limpiara usted las manchas de maquillaje con el pañuelo. Y la próxima vez que le invite el Club de las Esposas Solitarias, no olvide lavarse la cara antes de salir. Reanudó la marcha, dejándome boquiabierto. Decididamente, el administrador está al tanto de todas las cosas de mi urbanización... 
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