1. Emilio (En la playa)


    Fecha: 10/10/2017, Categorías: Gays Autor: dont343, Fuente: CuentoRelatos

    No es que hiciera frío, pero apetecía meterse en la cama; y se fueron a la pensión a dormir. A las 6:30 sonó el despertador de Tobías. Se levantó y se metió en la ducha. Emilio, se despertó y estirándose le miró con una leve sonrisa y cara de sueño. -¿Que hora es? - Todavía no son las siete - ¡Bff!... ¿ya nos vamos? - Tengo que estar en Motril a las 11:30 Se levantó; y se metió el pantalón del chándal, que realzaba su culo, aún más que el vaquero del día anterior. Tobías le miró y no pudo evitarlo - ¡Emi, me vuelves loco tío!. ¡Me gustas más que mi mujer!. Me va a costar mucho no pensar en ti. - Pues aprovecha ¡joder!... que aquí me tienes… Y se acercó y le dio un besazo. Luego, le empujó para que cayera en la cama. -Estás muy bueno, cabrón y te voy a follar a saco… Empezó a revolcarse con él en la cama, tocándole y besándole apasionadamente... y casi se caen. - Joder, que nos caemos ¡coño!… Luego, se lanzó a comerle la polla y a disfrutar de ese culo. - ¡Me encantas, tío! Pero, de repente, se levantó y se fue a la ducha. Emilio, sorprendido, se quedó mirándole - ¿Ya? ¿Ese es el polvo que me ibas a echar? - Si es que, en Motril me espera Conchi... y, hoy tengo que cumplir. .. me toca. - ¿Conchi? - Si. Mi mujer. Vivo en Motril. Salieron de la pensión a las 7:30 y se pusieron rumbo a Granada. Pero antes de entrar en la ciudad, en la ultima zona de descanso, Tobías debía dejar a Emilio para despedirse de él. - A ver si hay suerte y vuelvo a verte. - ¡Ha sido un placer, Tobías! ...
    ... y le alargó la mano. Luego, se sentó en un banco. Necesitaba pensar. Entró en la cafetería y pidió un café bien cargado; y sentado en un taburete se quedó en la barra mirando la calle. Una señora, no muy mayor, le mirara insistentemente. Estaba sentada junto a la cristalera y aunque no la podía ver bien, por el contraluz, tuvo la impresión de que era a una mujer muy hermosa. La casualidad hizo que salieran casi al mismo tiempo. Y nada mas situarse en la carretera, para hacer autoestop, paro un descapotable blanco, absolutamente impecable que conducía ella. - ¿Donde vas? - A San José. Almería. - Si. Lo conozco. Hoy no puedo dejarte allí, pero puedo dejarte en la estación de autobuses. Yo también voy a Almería. Cogió la mochila y se sentó en el sitio del copiloto. - Me llamo Dora. ¿Y tu? - Emilio... ¡Muchas gracias, señora! - No me llames señora, que me haces sentir mayor, ¡por favor!. Simplemente, Dora. Mantuvieron una conversación muy amena, pero llena de insinuaciones que Emilio sabía esquivar como todo un maestro. No en vano, sufría el acoso de muchas mujeres de su barrio, desde que se convirtió en un adolescente. Ella no corría. Volaba. Y, a la hora y pico ya estaban entrando en Almería. Le acercó a la estación de autobuses y... - ¡Ha sido un placer, joven Emilio! - Para mi también Dora. Eres una mujer espléndida y encantadora. ¡Gracias! Se acordó de que tenía que llamar a Dolores, la mujer de su abuelo; para que supieran que estaba en Almería. - ¿Dolores? - Si, Digame. ...
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