La vecina de Aldo
Fecha: 24/10/2018,
Categorías:
Bisexuales
Autor: cito63, Fuente: RelatosEróticos
... En el lateral había una mesa rectangular extensible, que seguramente utilizaban para comer cuando había invitados; en la esquina dos sofás haciendo ángulo y una mesita de centro. Consideré más apropiado sentarme a la mesa alta. Sobre la misma había un libro, una revista de caza y debajo de ésta había otra revista de la que se veía sólo el borde. Aparté la de caza porque no está entre mis aficiones y descubrí algo insólito: una revista porno. En un primer momento no sabía muy bien qué hacer, si ocultarla y hacerme el inocente o ponerme a ojearla con descaro; me pareció más indicado lo segundo. Cuando Sandra llegó con la taza de café yo ojeaba las primeras páginas. –¡Vaya!, dijo un tanto sorprendida, a mi marido se le olvidó esa porquería. Lo puso aquí para que no se le olvidase llevarlo esta mañana y al final se lo dejó. –¿Se fue de viaje? –Se han ido unos cuantos amigos a cazar a la provincia de Toledo. Uno de ellos es quien le deja esas revistas; eso dice él, aunque yo creo que ambos las compran y se las intercambian. –¿Las veis juntos? –No. A mí me da corte ver esas cosas. Pero a él le gusta y de vez en cuando aparece con una. Se había quedado de pie a mi izquierda, sin rozarme. –Bueno, ver estas cosas puede ser motivador y hasta instructivo. Mira qué bien se lo montan estos dos. Yo pasaba hojas con parsimonia, recreándome en las imágenes. Una pareja practicaba todas las modalidades: primero él le comía el coño, luego ella le hacía una monumental mamada, después la ...
... follaba cambiando de postura varias veces y por fin se corría en su boca. –¿Las parejas hacen esas marranadas?, preguntó tímidamente. –Tú sabrás, contesté mirándola a los ojos, yo no tengo pareja. Sandra mantuvo la mirada, retadora, pero no contestó. Continué pasando hojas, haciendo algún comentario o soltando una exclamación. –Yo tampoco lo sé, dijo al cabo de unos segundos, mi marido y yo somos muy tradicionales. Noté que su atención se había concentrado en las imágenes de la revista. Le pasé el brazo por detrás de los muslos y la atraje hacia mí. No dijo nada, aunque parecía un poco tensa. Yo estaba a cien y notaba también su excitación, como si flotase en el aire. Comencé a acariciarle la parte externa del muslo por encima de la bata; fui bajando hasta el borde y al tocar su piel noté como un calambrazo en la mano, “aquello no podía estar sucediendo”. Metí la mano entre sus muslos y comencé a ascender, lentamente; a medida que hacía algún comentario acerca de las imágenes de la revista ascendía un poco más. Hizo un poco de presión, en un amago de zafarse de mi mano, como en un acto reflejo y la mantuvo durante un rato. –Tienes que irte. Déjame, por favor. –No puedo –dije–, ninguna fuerza sería capaz de apartarme de ti ahora. Su calentura se iba haciendo más evidente y yo estaba a punto de explotar; poco a poco fue cediendo su presión. Llegué a la entrepierna sin encontrar ningún obstáculo; al rozar el monte de Venus sentí otro calambrazo. A Sandra se le escapó un suspiro casi ...