La vecina de Aldo
Fecha: 24/10/2018,
Categorías:
Bisexuales
Autor: cito63, Fuente: RelatosEróticos
... cosas en las que ni siquiera había pensado. –Seguro que nos queda mucho por descubrir aún. Preparamos la comida y nos sentamos a la mesa. Ella vestida con la camiseta y yo me puse la camisa sin abotonar como única prenda. Sandra había bajado las persianas para hurtar nuestra intimidad a las miradas ajenas. Estábamos sentados el uno junto al otro y a mí se me iba la vista continuamente a sus muslos y a sus pechos. Ella sonreía mirándome de reojo y viendo como el falo se ponía en guardia. Cuando acabamos de comer me preguntó qué quería de postre. –Sólo me apetece este lindo conejito, dije palpádoselo. –¡No es posible!, exclamó. Pero como eres mi invitado, voy a complacerte. Se levantó, yo eché la silla hacia atrás, se sentó a caballo en mis piernas. El pene quedó atrapado entre nuestras barrigas. Sandra se separó un poco y aproveché para quitarle la camiseta, tomó el pene con la mano y lo restregó contra el bajo vientre; yo la miraba a los ojos embelesado y ella mantenía la mirada con un amago de sonrisa en los labios. –Estás para comerte, le dije. Paseó la lengua por los labios en actitud provocadora y mi boca se precipitó sobre ella, atrapándola antes de que pudiera esconderse. Ambas lenguas se enzarzaron en una lucha sin tregua, como si quisieran devorarse, luego cada una exploró todos los rincones de la boca del otro. Después de los apasionados besos no pude resistir la tentación de los erectos y desafiantes pezones. Sandra se sentó sobre uno de mis muslos y comenzó a ...
... restregarse; enseguida noté las humedades que manaban de su anhelante coño, ella continuaba masajeándome el pene y paseándolo a un lado y a otro por su vientre, donde iba dejando rastros de lubricidad. Ambos jadeábamos desbordados de pasión. Presioné levemente en sus caderas e interpretando mis intenciones, se incorporó; contempló un instante el pene que parecía mirarla suplicante y luego ayudándose con una mano posibilitó que ambos sexos se besaran, deleitándonos a ambos aquel contacto del prepucio con los labios externos. La abundante lubricación hizo que la penetración se consumara rápidamente. Sandra jadeaba con la cabeza apoyada en mi hombro y presionando su cuerpo contra el mío. Comenzó a removerse y yo presioné para mantenerla quieta. –No te muevas, le dije. Vamos a quedarnos así, sin movernos, sólo acariciándonos, hasta que uno de los dos se corra, quizá lo hagamos los dos a la vez. ¿Serás capaz de correrte mientras te como a besos? Yo puedo correrme sin hacer un solo movimiento si tú te corres. –Eres un sádico. ¿Cuánto tiempo vamos a estar así? –Hasta que te corras. Estás caliente, mi amor; concéntrate y piensa sólo en correrte. Tus pezones me están provocando, me los voy a comer y voy a comerte la boca y el cuello y las orejas... Y en ese orden lo fui haciendo. Sandra estaba al límite y yo también. Comenzó a rebullir y le susurré al oído, “quieta, no vale hacer trampas”. Mis labios no tenían acomodo, pasaban de un pezón al otro, buscaban los suyos, le metía la lengua en ...