La Frontera
Fecha: 12/10/2017,
Categorías:
Incesto
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
LA FRONTERA Los límites marcan nuestras vidas. Miles, millones de delgadas líneas reales e imaginarias rodean nuestra existencia. Cruzar o no cruzar es la decisión que consciente o inconscientemente nos vemos forzados a tomar mil y una veces al día. Terminada la cena, mi padre nos dio las buenas noches y se dirigió a su cuarto a descansar. Junto con mi madre nos dirigimos a la pequeña salita de la televisión y nos acomodamos para esperar el comienzo de la película que se exhibía esa noche por el canal estatal. Sentamos en el sofá de dos cuerpos que enfrenta al televisor finalizamos nuestros comentarios acerca de las noticias de la jornada. En el momento que aparecen en pantalla los primeros créditos, mi madre constata que no lleva puestos sus lentes. Con la vista recorre la sala buscando su cartera y finalmente la encuentra depositada sobre la mesita que se ubica al costado del sofá, muy cerca a la posición que ella ocupa. Al girar su cuerpo y extender sus brazos para coger la cartera, su falda sube un poco dejando a la vista algunos milímetros, escasísimos milímetros de ese tejido más oscuro y resistente que tienen las panty para abrigar la zona superior del muslo y trasero de quien las usa. Observar esa pequeña área de la pierna de mi madre, ese pequeño trozo de muslo donde se ubica la frontera que marca el límite entre lo público y lo privado, entre lo que se puede exhibir y aquella zona de la pierna que marca el inicio de la intimidad, hizo que mi cuerpo entero se ...
... estremeciera y fuerzas desconocidas e incontrolables comenzaran a dominar mis acciones. Instintivamente estiré mi brazo y posé mi mano sobre el muslo de mi madre. Una fuerte descarga eléctrica agitó mi cuerpo. Sentí que el corazón se me escapaba por la boca al percibir bajo mi mano la tibieza de su cuerpo. Litros de sangre se acumularon en mi miembro al tiempo que mis mejillas adquirían mayor temperatura. Mi cabeza estaba a punto de explotar. Una extraña y poderosa fuerza había tomado el control de mi organismo alterando por completo mi conciencia y sentimientos forzándome a cruzar un límite. Instantáneamente, ella giró su cabeza y clavó su mirada sobre mi rostro. Impertérrito, como si nada pasara, conservé mi vista fija en el televisor. Por el rabillo del ojo pude apreciar su cara pálida y estupefacta: sus ojos y boca abiertos completamente. Se veía tensa, perpleja y, evidentemente, confundida. Tan confundida que no atinó a pronunciar palabra alguna. Luego de varios segundos que se me hicieron horas, desvió su mirada y sus ojos se clavaron en la mano que en ese momento acariciaba su muslo, como para comprobar y tener la absoluta certeza que lo que estaba viviendo era verdad y no un producto de su imaginación. Conservando la expresión de perplejidad, inclinó levemente su cabeza hacia atrás y fijó su mirada en el techo de la habitación. Se mantuvo inmóvil en esa posición por algunos minutos. Parecía reflexionar. Transcurrido un tiempo, la expresión de su rostro se relajó, limpió sus ...