Confidencias 27 Increíble cuarteto
Fecha: 01/11/2018,
Categorías:
Gays
Autor: Alvaro-L-de-H, Fuente: SexoSinTabues
... negativa Carmen colocó delante de ellos una jarra con zumo de naranja y dos vasos. -Me ha dicho el señor Tomás que no necesitáis comida pero he encontrado algo que os gustará. Sacó de un armario dos paquetes de galletas, de esas crujientes de vainilla que me chiflan. La dirigí una sonrisa agradecido aunque mamá no me las deja comer por las calorías y ella lo sabe. Poco después escuchamos el ruido de otro coche, corrí a la ventana y ahora era David con su mercedes deportivo de color plata. Nos abrazó y besó a los tres, llegaba alegre y por poco besa inclusive a Carmen. Venía con pantalón corto mostrando sus potentes piernas, los demás también llevaban pantalón hasta las rodillas, lo mismo que lo que yo había decidido ponerme. Preguntó por Pablo y los dejé hablando para ir a lavarme la boca y recoger la mochila. David les pidió que fueran en su coche, en el que habían llegado, llevaba la parte de atrás del suyo con la comida y alguna bolsa. Alberto sabía donde teníamos que ir y emprendió el camino primero, en la puerta tuvo que esperarnos para que la abriera David que disponía del mando. Accedimos al puerto deportivo, se conocían con el portero que les facilitó el acceso, aparcaron los vehículos delante de una cafetería en un edificio de planta baja y un señor con aspecto de rudo marinero, con pantalón y camisa azul, se acercó. -¿Esta todo preparado? Ante la pregunta de David el hombre encogió los hombros. -He apretado todos los tirantes y el motor funciona perfectamente, ...
... pueden ir tranquilos. Comenzaron a bajar lo que David llevaba en el asiento trasero y los seguimos a los pantalanes flotantes hasta llegar ante un pequeño velero blanco, un catamarán algo ancho. -¿Quiere que los acompañe? Así se despreocupan de la navegación. David y Alberto se miraron y sonrieron. -Por supuesto que no hace falta, no tenemos intención de salir a mar abierto y permaneceremos en la bahía. El hombre ayudó a meter los paquetes y se despidió después de dar algunos consejos sobre la radio si llegaban a necesitarla. Los chicos se pusieron a la faena de sacar el catamarán del aparcamiento, dejando para nosotros el acomodar los paquetes. Dos cestas de comidas, dos neveras con hielo, una de ellas con bebidas, la otra solo con el agua helada en cubitos redondos y gruesos. La cabina resultaba bastante amplia, con zona para descanso y una buena mesa abatible, un aseo y la cabina de mando al frente. Subí los cuatro escalones hasta la cubierta, salíamos del refugio de los muelles, dejando los rompeolas con sus faros ya apagados, a derecha e izquierda enfilando la bocana hacía la bahía. Indudablemente los chicos sabían lo que hacían y como dirigir un velero, moviéndose rápidos después de apagar el motor, disponiendo los aparejos de las dos velas triangulares que la brisa comenzó a hinchar azotándolas en sordos chasquidos metálicos y el retumbar de la tela. Sudaban cuando terminaron y cogieron el rumbo que querían, fueron bajando a la cabina, uno antes y después el otro para ...