Mi venganza (5): Final
Fecha: 04/12/2018,
Categorías:
Grandes Relatos,
BDSM
Autor: AMorboso, Fuente: CuentoRelatos
Recuperado mi ánimo, me dispuse a entrenar a Carla. Durante el día la dejaba en el esqueleto que había preparado para ella, desnuda y a cuatro patas. Compré un plug anal en forma de rabo de perro que llevaba puesto todo el tiempo, solamente se le quitaba para usarla. Habiba tenía orden de acariciar su coño cada poco rato, pero en ningún caso dejar que obtuviera un orgasmo, cosa que cumplía escrupulosamente. Cuando regresaba por las tardes, sus muslos estaban pringosos de flujo. No menos que los de Habiba, que también disfrutaba con ello. Así que, lo primero que tenía que hacer era soltarla, ponerla de espaldas, hacer que Habiba se colocase a cuatro patas sobre ella para que le pudiese comer el coño y yo me colocaba detrás para follarla por el coño o el culo, mientras nos chupaba y lamía desde abajo. Cuando Habiba estaba satisfecha, porque yo me aguantaba mi corrida gracias a un retardante, ya que si no, no hubiese podido resistirlo, nos limpiaba los restos y, después de ponerle la correa, la llevaba al garaje donde entrenaba mi nueva vena sádica. El primer día solamente tenía las cuerdas para colgarla y una mesa vieja de cocina. Me las arreglé con eso. Vendé sus ojos, la hice sentar sobre la mesa y até sus muñecas y tobillos a sendas cuerdas al techo, -¿Qué vas a hacerme, amo? –Me dijo -Ahora me apetece depilar ese coño descuidado que tienes, luego comprobaré la elasticidad de tus pezones, coño y culo. Ella no sabía en qué consistía aquello, pero ya se imaginó que no sería ...
... agradable. Y efectivamente, no lo sería. Tomé cinta adhesiva de la conocida como “cinta americana” y fui cortando trozos que pegaba sobre su coño o pubis, según me interesaba. Presionaba bien para que pegase y lo retiraba despacio. Como se puso a gritar, tuve que utilizar uno para taparle la boca. -No hace falta que grites, te voy a dejar el coño como el de una niña recién nacida. Verás como al final me lo agradeces. Seguía emitiendo sonidos ininteligibles, pero lo peor era que lo mucho que se movía, que me impedía trabajar a gusto. Cuando ya no quedaba nada, le dije: -Ahora un poco de masaje para que quede bien suavecito. –Y procedí a darle con masaje de afeitar. -MMPPPPFFFF. –Fue lo que ella me dijo, pero no la entendí. Ese día no seguí con más. Para el siguiente, esperé a conseguir una silla ginecológica especial para estos casos. Sin embargo, le di instrucciones para que estuviese siempre perfectamente depilada. Para ello, todas las mañanas tendría un tiempo de intimidad para lavarse y preparar su cuerpo para mí. Cuando obtuve la silla volví a llevarla. Se dejaba hacer con docilidad, las palizas previas la habían ablandado bastante, así que la até con las piernas bien abiertas, vendé sus ojos y coloqué la bola en su boca para no oírla. -Como quedamos ayer, vamos a probar tu elasticidad vaginal. Su respiración se aceleró. Yo me puse unos guantes, tomé un tubo de lubricante, deposité una buena cantidad en mis dedos y le unté la entrada del coño y todo lo que pude meter los ...