Buenas noches, princesa
Fecha: 06/12/2018,
Categorías:
Confesiones
Hetero
Autor: Joey Gabel, Fuente: CuentoRelatos
... era la de marcharse. Aguardaba allí desafiándome con la mirada de sus ojos castaños. Se trataba de una prueba, debía dar mi brazo a torcer si quería terminar lo que había empezado. Hubiera sido un buen momento para pensar en sí valía la pena, en las consecuencias. Pero seamos sinceros, ¿quién piensa en las consecuencias cuando su entrepierna toma el control? Pronto sentí mis rodillas en contacto con el suelo. Repetí el proceso y me dispuse a enfrentar la segunda mitad del camino. Tomé la parte superior de la prenda dejándola reposar sobre el reverso de mis manos. Las yemas de mis dedos se deslizaron por la suave piel de sus muslos, muy despacio, recreándose en cada centímetro recorrido. Su falda fue el telón que mantuvo a raya mi apetito, sus caderas, el final del trayecto. Tras incorporarme, me sobrevino un instante de lucidez. Eché un vistazo a la puerta entreabierta, pero ya era demasiado tarde. No necesitaba esforzarse para convencerme, aun así jugó su última carta para cerciorarse de que no me echaba atrás. Me tomó con delicadeza por el mentón e hizo que la mirase directamente a los ojos. —No puedes controlarlo todo siempre. Ahora has de elegir entre disfrutar de este momento o preocuparte por si te pillan en una situación comprometida. A continuación se acercó peligrosamente hacia mí. Tras rodearme con los brazos pude notar como sus pechos se estrechaban contra mi torso y entonces, antes de que pudiese reaccionar, me besó. Lo hizo con fuerza, para que me viese ...
... obligado a empujarla si realmente quería zafarme de ella. Tal vez lo habría hecho, liberándome o complicando aún más las cosas, de no haber sido por sus palabras: —Te toca tomar las riendas, vaquero. Enséñame lo que sabes hacer. Una oferta realmente sugerente tras haber probado aquella delicia. Me fue imposible contenerme, acababa de liberar mis instintos más básicos. Salté directo a su cuello como la criatura de la noche que anhela calmar su sed. A la vez comencé a frotar su coño por encima de las bragas. No tarde en sentir como las mojaba: la señal para retirar la tela e introducir mis dedos corazón y anular. Movía mi mano enérgicamente, ella se estremecía, sus piernas empezaban a temblar. No cabía duda de que mi pequeña pervertida estaba gozando como una jodida perra. Conté con el tiempo justo para taparle la boca antes de que sus gritos llegasen a los despachos. Me concebía imparable, pero la realidad prefirió golpearme fríamente. Escuché a lo lejos unos pasos que se acercaban. Mujer, cuatro centímetros de tacón y una razón más fuerte que la lascivia. “Viene alguien” alcancé a decir débilmente, pues Dolores permanecía ajena a cualquier cosa que nos rodease. Me indicó con un movimiento de cabeza que me fuera, para luego descender con la espalda pegada a la pared hasta tocar el suelo. Oculto tras una columna, esperé a que pasase de largo. El palpitar en mis sienes era demasiado intenso y mi polla estaba tan dura que casi dolía. Camino despejado. Ella seguía tendida en el suelo, ...