Soy la puta de mi abuelito
Fecha: 17/12/2018,
Categorías:
Incesto
Sexo con Maduras
Autor: Lucia0117, Fuente: CuentoRelatos
... luego a mi baño, en cuyo botiquín hallé la crema que buscaba. Cuando me di la vuelta, me encontré a mi abuelo en medio de mi habitación. Luego del sobresalto, le tendí la crema: Ten, aquí está. -Gracias, hijita -y sus gruesos dedos morenos tocaron mi mano, sintiendo una curiosa electricidad emanando de su piel y nuestros ojos se encontraron. Me sonrojé y bajé mi mirada, esto no podía estar pasando. Ya que mi abuelo no se iba, le pregunté, sin intención alguna de sonar ambigua o menos aún, como insinuándome: -¿Necesitas algo más de mí, abuelito? -Oh, no, nada más, hijita, nada más… a menos que quieras ponerme la crema -me disparó entonces, subiéndoseme toda la sangre a mi rostro, pero fue mi propia reacción la que más me sorprendió, encogiéndome de hombros, le respondí: -Como quieras. -¿Qué, en serio? -Claro, siéntate en mi cama, además, con esa panzota que te cargas no vas a poder ver bien -le dije con cariño. Mi plan solamente era ver de cerca, y palpar, ese pene descomunal de mi abuelo… pero cuando una juega con fuego, a veces se quema… Mi abuelo, con sus ojos abiertos como platos, se sentó en mi cama, obediente. Yo traje la silla de mi escritorio. Mi abuelo se tendió y se desabrochó los pantalones. Creo que ninguno de los dos podía creer la escena tan morbosa que se estaba desarrollando… y que pronto no sería nada en comparación con lo que iba a pasar. Pronto tuve a mi vista una verga gordísima como un hámster, un poco más corta que el promedio, pero era considerable. Me ...
... quedé helada al ver eso, sin mencionar que estaba fláccida en esos instantes. -Creo que me lastimé por la base del lado izquierdo -me dijo mi abuelo, apoyado sobre mis codos, saboreando mi expresión de susto… y algo más habrá visto en mi cara que hizo que sus ojillos brillaran de nuevo… -Ya -dije, y con mi mano izquierda tomé con suavidad su capullo para ver mejor esa área, notando de inmediato una zona roja, a punto de hincharse-. Ya lo ví -le dije, con toda la saliva agolpándose en mi boca. Saqué un poco de crema y unté mis dedos de la mano derecha, y empecé a frotar la parte lastimada. -Ah, ten cuidado, amor, más suave… -dijo mi abuelo, aunque dudo que ese gemido fuera de dolor. -Oh, lo siento, tendré cuidado -me disculpé, pero cuando seguí mis caricias, que eso eran, tal y como lo sospeché, el órgano de mi abuelito cobró vida y, en cuestión de segundos, vi crecer esa polla que más bien parecía de un ogro, que terminó bien dura a pocos centímetros de mi cara… para ese entonces, yo ya la sujetaba con mi mano derecha, dándole una suave pajeada. -¿Cuánto me quieres Lucia?-me preguntó mi abuelo, con una voz suave que ya no era la de él. -¿Cómo quieres que te lo demuestre? -le reté, mirándolo a los ojos, una parte de mí rogando que no se atreviera a seguir con eso, y otra parte de mí, la que pocas veces había salido a la luz, rogando que mi abuelo dijera la palabra mágica, que retumbó en mis oídos y en mi cabeza cuando la dijo: -Chúpamela, hijita. Sujeté esa cosa con mis dos ...