El macho de la casa (3)
Fecha: 18/12/2018,
Categorías:
Incesto
Autor: wendy1988, Fuente: SexoSinTabues
... detuvo de sopetón y se quejó sordamente, mordiendo una de las prendas mojadas que tenía lavando. En eso se escuchó la voz de una de las niñas que le decía a su abuelita que la buscaba un señor en la puerta de la casa y se fue a atenderlo. Mi cuñadita empezó de nuevo, el movimiento de sus caderas poco a poco y yo volví a la carga lengueteándo todo lo que podía, empezando otra vez mis atenciones orales en esa vaginita tan ardiente. Con mis ojos cerrados, confiado en que mi suegra andaba atendiendo a la visita, me dediqué a saborear con deleite la carnita tierna y blanca que me ofrecían. En eso estaba cuando sentí en mi boca un cambio de sabores, al abrir mis ojos vi que ese sabor diferente era el de la sangre de Marymar que salía de su coñito. La contuve de las nalgas para que ya no se moviera tanto y poder verle la papita y pude comprobar que estaba muy abierta y manchada de sangre, saliva y moquillo vaginal, todo revuelto haciendo un morboso coktel. Ella sola se había desvirgado con mis dedos al azotarse tan duro contra y sobre ellos. –No te duele?, le pregunté. –No, ya no, ahorita sí me dolió mucho, pero ya no, por qué?, me respondió de espaldas a mí como estaba y aun jadeando de lo caliente que andaba la jovencita. Sin mencionarle lo que le pasó sólo le dije poniéndome de pie y bajándome los shorts a las rodillas: --Porque te la voy a meter toda, mamita. Ella me preguntó si allí mismo y yo ni le respondí, la agarré de la cinturita tan estrecha que tenía y le acomodé la ...
... cabezona de mi verga en la puerta vaginal, recostándola sobre la ropa que lavaba, untándole el glande de abajo para arriba, sintiendo como temblaba nerviosa por lo que le iba a hacer, pero sin decir ni hacer nada, sumisa, entregada. De un empujón se le fue la cabeza y media verga. De su garganta salió algo así como el quejido de un sapo y yo tomé otro trapo mojado del lavadero y se lo puse en la boca para ahogar sus quejidos tan extraños, a que mordiera garra porque yo no pensaba retroceder. Otro empujón y le metí casi todo el fierro dejándoselo allí unos segundos. Ella solita se empezó a menear sobre la vergota que me decía que tenía: -Hay papacito, que vergota tienes, la ciento bien grandota y gorda, me dijo cuándo se quitó la prenda mojada que tenía en la boca. –Te duele?, le pregunté. –Un poquito, pero la siento rica, me dijo volteando a verme sobre su hombro con su carita desfigurada por la presión que mi tan inflamada masculinidad ejercía en su estrecha mini-vagina. La agarré de las caderas y empecé el vaivén con suavidad, con calma. Se me hacía muy pequeña, muy delgadita en comparación con su hermana, mi esposa, 10 años mayor que esta criatura y con un trasero más ancho y redondo, en donde mi verga se veía más acorde, más proporcionada. Aquí no había proporción, la invasión de mi garrote en el cuerpo de esta adolescente era casi grotesca, pero increíblemente, su vagina se abría y se ahormaba con naturalidad al ancho y venoso vergota que le habían mandado guardar. Tal ...